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Y entonces la casa entera arde de pronto, queremos correr y huir o huir y correr, pero aún logrando escapar de la casa que se desmorona las bombas caen en la calle por todas partes. Allá a lo lejos las llamas devoran el Ávila que parece una bailarina levantándose una falda llena de colores. Más allá, girando el rostro a izquierda y derecha columnas de humo parecen sostener el cielo estrellado ¿Cometas, meteoritos? ¿Qué es esto? Restos de piedra estallada, ningún indicio de metal chamuscado humano; quizás una lluvia de estrellas un poco exagerada. No hay pánico, sucede durante la madrugada, ni hay gente corriendo gritando de un lado al otro, sólo hay silencio, pero tampoco es un terrible silencio como habría de suponerse, curiosamente es un silencio repleto de paz con una leve brisa que despeina los cabellos.

Los otros desaparecen, no es que no sé dónde están, los puedo ver desaparecer. María se convierte en sus hermosos ojos azules y nada más, así, en el medio de la noche. José da tres pasos en una aceleración constante y de pronto todo su cuerpo da lugar a todo su ser (aquel que tan bien se guarda) convertido en una ráfaga de veloz viento eléctrico que termina convertida en ondulación con un dulce sonido que vibra en mis oídos. De pronto aparece una llama blanca que sale de la tierra y habla con una voz extraña.

Despierto en el sueño, lo conozco, me he topado anteriormente con él, con eso. ¿Qué es lo que tanto deseas decirme tú? – le pregunto. – A veces, cuando desde el olvido las imágenes surgen, uno se traspola y lo recuerda todo como si nunca hubiese salido del manantial del que surgen las imágenes “¿por qué me atormentas? ¿Por qué esto, por qué lo otro?” Y la imagen ríe “¿es que acaso no me recuerdas?” suele responder, entonces uno se vuelve ambivalente entre querer y poder recordar o no, se teme caer a fondo, perder el ascensor, se tiene un miedo que sólo indica que hemos olvidado todo el cariño que hay ahí, y luego, uno se olvida de uno de los dos mundos.

La miro, la miro intensamente a la llama blanca que brota del centro de la tierra y que tiene voz, intento comprenderla, darle un nombre arcaico siquiera, tocarla, pero apagarla jamás, intento descifrar su significado… se mueve, camina, un cuerpo inmortal. De pronto me vuelvo ojos, sólo ojos, al igual que María… Y oye: me despierto de buen humor, con la panza rellena, esperando, algo.



Texto agregado el 23-11-2006, y leído por 94 visitantes. (0 votos)


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