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Inicio / Cuenteros Locales / JEF_aLAS / Mundo de insignificancias (primera parte)

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I

Arraygochea se despierta en esa especie de cama, que hay en esa especie de casa, con esa especie de paredes que están hechas de líquido —parece—, porque se mueven apenas, mansas, las paredes se ondulan y no dan la impresión de ser rígidas, para nada.

No se sabe qué piensa Arraygochea. Se ve lo que él hace ahora. Se ven sus gestos. Tiene cara de dormido. De recién despierto, tal como se despertó. Recién.

La casa tiene paredes líquidas, ya se vio. Algunas cosas hay dentro de las paredes, se ve también. Y ésas cosas se mueven, lentamente, se parecen a él, porque están amodorradas, están adormiladas y se ven apacibles. Hay Soles; porque las sombras son múltiples y las paredes líquidas son traslúcidas, se ve, sí, se ve luz y para colmo parece que es de día en esta especie de mundo, porque la casa está toda iluminada. Esta especie de casa tiene dos plantas. Lo que se ve de la planta alta es lo que parece más importante en este momento. La planta baja no fue visitada por Arraygochea, se sabe. Se sabe porque recién despertó en esa especie de lecho o de cama. Despertó en otro mundo, es decir éste otro mundo que no es el mundo al que pertenecía.

Los jardines de esta especie de casa parecen ser cinco. Dos en planta baja y tres en planta alta. Los cinco se ven todos desde arriba debido a la amplitud que tienen las aberturas de la casa. No hay ventanas. En planta baja se ven un jardín al frente y otro al fondo. Y en planta alta donde está Arraygochea ahora desperezándose sentado sobre el borde del lecho, hay tres jardines más. Uno que está en una pequeña terraza atrás, hay otro adelante que no se ve muy bien. Se ven ambos con barandas eso sí y el tercer jardín incluido en medio de la planta alta, en un espacio central de distribución, donde bosteza ahora Arraygochea con cara de dormido.

En éste instante él mira hacia fuera y se va al jardín posterior de la planta alta. Se asoma al jardín. Levanta su túnica blanca y opaca tomándola con las manos (se ve que la tela es parecida a la que se teje con algodón crudo). Da un paso para apoyar el pie sobre el césped alto y verde-fuerte. Cuando apoya el pie derecho, su cuerpo se desbalancea un poco, porque el pie desaparece, se hunde apenas en un líquido y salpica con ése líquido que él parece no haber visto antes de pisar ya que pone cara de sorpresa. Las plantas, todas iguales hacen un balanceo como el que hizo Arraygochea, sorprendido por la liquidez del piso. Parece agua. Parece un jardín acuático, se ve.

—Parecen plantas de arroz —se dice. Hunde el otro pie en esa especie de agua. Su expresión es más relajada. Las plantas que según Arraygochea parecen ser de arroz vuelven a balancearse y a contagiarse de una suave danza verde-fuerte que se desparrama por todo el jardín. Permanece así parado sobre ambos pies. Pasa un momento (mantiene levantada su túnica con ambas manos). No se sabe si el agua está fresca o cálida. El rostro de Arraygochea tiene una expresión de placidez, eso sí.

—¿Qué hago acá? —Se pregunta. Frunce el entrecejo y vuelve a mirar pero de otra manera.
Ahora abre los ojos exageradamente. Mira parece, más allá de los límites del jardín del fondo de la planta baja. Del jardín que está al fondo de la casa. El más amplio y extenso, por cierto. ¿A dónde mira? Sí, se ve que mira que hay otras casas.

Hay otras casas.

Y algo que ve le hace abrir aún más los ojos. Las pupilas se le dilatan. Sus cejas se elevan.
¿Serán las tres cruces que están en los jardines del frente de la planta alta de las otras casas?
Todas las casas que se ven tienen planta alta y tienen cruces al frente. Tres cruces sobre el jardín delantero de la planta alta. Él sale del jardín que parece acuático. Salpica sobre el piso un poco de líquido, se suelta la túnica y se pone a correr. Está corriendo, corriendo atraviesa el jardín central de la planta alta. Llega hasta el amplio ambiente. al frente de la casa. Las aberturas de la planta alta van de techo a piso y de pared líquida a pared líquida. Arraygochea se detiene bruscamente. Mira con la misma mirada sorprendida.

Ve las tres cruces de la casa, montadas sobre el jardín. Las cruces se ven desde el ambiente del frente y desde la calle. Están sobre la baranda y en el medio. Él recorre con la mirada el jardín. Todo lo cubre una especie de gramilla verde-claro, brillante, igual a la de los jardines de la planta baja. A su derecha casi sobre la baranda y esquinada hay una estatua. Un cuerpo desnudo de una mujer. Arraygochea cierra los ojos.

—¿Carola? —Se pregunta, ¿o le pregunta?, no se sabe. Permanece eso sí, inmóvil; con los ojos cerrados.

No se escuchan respuestas. Ninguna respuesta.

Texto agregado el 23-11-2006, y leído por 625 visitantes. (15 votos)


Lectores Opinan
17-07-2007 Atrapante desde el principio. Estaré encantada de leer la continuación. Besos. dea
12-06-2007 mis galaxias ***** MAndril
04-06-2007 Cuando empezé a leer, senti una necesidad enorme de llegar al final, por que he leido lo tuyo y se que los finales son inesperados, pero como este no es un final, ya quiero seguir leyendo....Maravilloso!!!!!! annakiya
02-06-2007 Interesante propuesta que absorbe en un incognita perpleja al lector, muy buen toque muy buen texto (5*) princesita_enlaoscuridad
15-02-2007 Aún me sorprende la facilidad con que sus narraciones envuelven a todo lector (supongo) en un mundo de fasantasía e ilusión y obviamente este cuento no es la excepción. Mil felicitaciones por este y todos sus trabajos. Reciba un saludo lleno de satisfacción intelectual. budy
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