Comenzamos a reír a carcajadas. Las risas de unos contagian a otros, con lo cual no podemos parar de reírnos. Y gracias a aquellas risas los rayos del sol, afuera, tan curiosos lograron agrandar el agujero entre las pocas nubes que hoy cubrían el cielo y se colaron en tropel para descubrir quiénes estaban tan contentos allá abajo.
Al cabo de varios minutos, con los estómagos contraídos y doloridos y con las mandíbulas casi desencajadas, agotados, dejamos de reír.
- Hoy seremos completamente felices – dice Toni después de serenarse.
- ¿Cómo lo sabes? – pregunta Esther.
- Estos ataques de risa tienen efectos positivos para los sentimientos. Y lo mejor de todo es que nos hemos reído sin motivo. – explica Patri.
- Ya lo veréis. El resto del día seremos completamente felices.
Hoy he salido de casa para ir a clase, pero en lugar de tomar el camino hacia la biblioteca he preferido caminar y caminar hasta cruzar las puertas de hierro del un parque al que iba los domingos cuando era pequeña. Allí me sumerjo en la atmósfera extraña, que me recibe: cómplice, familiar y protectora.
Deambular entre grandes árboles, niños y extraños, me permite apartarme de los problemas. Después de un largo paseo entre esa naturaleza casi artificial en medio de la ciudad, he venido al Casal. Allí, entre libros y aficiones compartidas, junto a todos vosotros, hoy más que nunca vuelvo a compartir risas.
Dieciséis vidas = mil sonrisas.
Toni, Xabi, Vero, Camino, Sandra, Patri, Lorena, Luisa, Angélica, Esther, Sergi, Miriam, Alessandra, Mª José, Mamen y Nuria.
Nunca he participado en un taller donde priman las risas. Tengo curiosidad. Estoy un poco nerviosa porque todo es nuevo: la gente, el sitio, el ambiente… Me doy cuenta de que no soy solo yo la que siente vergüenza y eso me hace sentir un poco mejor.
Dicen que la Risoterapia es una puerta para lograr la relajación, abrir nuestra capacidad de sentir, de amar, de llegar al silencio, al éxtasis, a la creatividad, utilizando la risa como camino.
Se utilizan técnicas que ayudan a liberar las tensiones del cuerpo y así llegar a la carcajada, entre ellas: el juego, la expresión corporal, la danza, ejercicios de respiración, masajes, técnicas para reír de manera natural, desde el vientre, que salga del corazón, como lo hacen los niños.
La risa franca aporta muchos beneficios: rejuvenece, elimina el estrés, tensiones, ansiedad, depresión, colesterol, adelgaza, dolores, insomnio, problemas cardiovasculares, respiratorios, cualquier enfermedad. Nos aporta aceptación, comprensión, alegría, relajación, abre nuestros sentidos, ayuda a trasformar nuestras pautas mentales.
Con estas sesiones de dos horas se crea un espacio para estar con un@ mism@, vivir el aquí y ahora, estar en el presente, ya que cuando reímos es imposible pensar, nos ayuda a descubrir nuestros dones, abrimos horizontes, vencer los miedos, llenarnos de luz, de fuerza, de ilusión, de sentido del humor y aprender a vivir con positivismo, intensamente y con sinceridad.
Mientras reímos liberamos una gran cantidad de endorfinas responsables en gran parte de la sensación de bienestar.
Después de saber todo esto, la risoterapia suponía un horizonte a descubrir. Quizá también para ayudarme a mí misma.
Una nueva oportunidad para conocer vidas. Distintas. Por cada forma de sentir. Únicas. Por sabernos escuchar.
Me fascina el mundo interior de las personas. Conocerlas. Intentar comprenderlas. Escucharlas sin sentir miedo por lo que puedan dejar salir.
Nos presentamos de formas curiosas. Ya comenzamos a reír.
El ritual de cada sesión es prácticamente el mismo: nos sentamos en el suelo formando un círculo. Contamos cómo nos sentimos, lo que esperamos del día de hoy, del presente y qué creemos que necesitamos para sentirnos mejor. Por dos cortas horas, nos evadimos de los problemas.
El contacto físico es importante, porque más que hablar nos expresamos con nuestros cuerpos: los gestos exagerados, las risas, las muestras de cariño, las sonrisas y el movimiento; el constante ir y venir, hacer y deshacer.
Poco a poco la confianza es mayor. La vergüenza se disipa y queda oculta, por el momento, para dejar que resurja en el momento más inoportuno. Siempre sigue presente, pero no me coarta. Me integro entre los demás. Soy una más. Decisión y millones de sonrisas.
Dar abrazos. Regalar sonrisas. Compartir tantas risas, sin poder aguantarlas. Recibir caricias y besos.
No estoy acostumbrada a tanto cariño por personas que apenas conozco y eso lo hace doblemente especial. Realmente lo necesito. Nunca son demasiados.
Risas, cada cual en su propio estilo, emergen ahogadas de lo más profundo de vosotros y me contagian.
Carcajadas.
Reír sin motivo, por nada.
Los gestos exagerados Sergi, las risas de Esther, las carcajadas de Toni, las caritas de Luisa, los “guiños” de Vero, las muecas de Xabi, las risas alegres de Alessandra y Miriam, la vocecita dulce de Patri, los saltos de Sandra, los movimientos de Angélica, la espontaneidad de Mamen, la franqueza de Nuria, la medio vergüenza de Mª José y los gestos de Camino.
Las buenas tardes con caricias.
Ojalá pudiera seguir compartiendo con vosotros todas esas risas.
Solo por sentir vuestras risas, solo por sentir vuestros dedos apretando mi mano con fuerza, solo por eso, por sentir esa felicidad, ya me siento mejor.
Mil sensaciones y pensamientos, mil letras y canciones, cada abrazo, cada lágrima, todas las risas del mundo. Tantas imágenes que se amontonan tras mi mente.
Risas, risas, risas, risas, risas y más risas hasta doler la barriga y el pecho. ¡Joé que de cosas!
Y por supuesto unos amigos y un recuerdo hasta el final de los tiempos y la promesa de volver a vernos.
Os aprecio mucho a todos.
No dejéis nunca de reír, para animaros, para quereros, para sonreír de verdad, para recordarnos, para volver a sentir el placer de sentirnos libres, alegres, felices. Mil gracias por cada momento.
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