Gargantúa se comió a tus hijos,
Y después de ese pequeño contratiempo
Nunca volviste a levantar cabeza.
Parece mentira que seas tan debil.
Desde aquí todo es mucho más fácil,
Te recomiendo hacerme una visita.
Te prometo curar todos tus males
Por el módico precio de tu dignidad,
Y eso no es poco.
Y después nos haremos amigos,
Y pasearemos a la luz de doscientas bufandas,
Para que no digas que no me esfuerzo,
Que no te escucho,
Que no soy lo suficientemente humano para ti.
Y si todavía no te he convencido,
Nos daremos un baño de algas,
De arrozales y momentos muertos.
En la orilla del río pescaremos barbos,
como cebo, decepciones y lentejas.
Dulce manjar, no apto para cualquiera.
Para disfrutarlo como es debido
uno tiene que saber algunas cosas.
Es imprescindible usar manos y pies,
Ojos cansados y astucia de roedor,
Armas de fuego y estadísticas de empresa.
Solo así se comprende el momento decisivo
en el que estamos.
Alza la vista y dime lo que ves,
Más allá de las ventanas y los cruces,
Más allá de tu piel y mis temores,
Más allá del mar habrá un lugar,
Qué cerca estamos de la nada o el triunfo.
Supongo que habrás decidido
No hacerme ni caso, sabia decisión.
Hace tiempo que digo solo tonterías,
Destinadas a llenar neveras y epitafios,
Para que alguien me recuerde alguna vez,
Aunque hacerlo sea un desperdicio.
Así que cierro la puerta tras de mi
Y trazo lineas con tizas de colores.
Para que no me atrapen nunca
Mientras quede algo de vida en mis pulmones.
Está bien, tengo que confesarlo:
Fui yo quien se comió a tus hijos,
Pero es que parecían tan sabrosos
Que no pude resistirme.
Parece mentira que sea tan debil.
Una vez aquí dejo mi adiós.
Y prometo escribir desde sitios remotos,
Postales de mi ausencia indiferente.
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