La noche
se ha hecho larga
y las estrellas
se aburren
de silenciosa soledad.
Te vas temprano
que no sé quien sos
y me despierto
cubierto de sombras
preguntando a los dioses:
¿que, quién seré hoy?
Y el espejo negro
de mi alma
me dice: ¡Otra vez, vos!
Caigo temblando de rodillas
sobre el frío piso,
con el desconsuelo
llorando en mis ojos,
porque sé
que tendré
que esperar a la muerte
otra vez en el andén.
Texto agregado el 03-02-2004, y leído por 194
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Lectores Opinan
10-02-2004
La vida acaso no es el tren hacia el destino final. Lo malo de este viaje es que no sabemos cual es el anden de bajada. Saludos FranLend