Iba caminado por una de las principales avenidas de Santiago, reconozco que buscaba que algo me pasará eran las 3:30 am. Ya en ese entonces mi nivel de dopada era elevado. Ese día estuve analizando el Síndrome de Estocolmo, la verdad es que no podía comprender cómo una persona raptada y dañada se podía sentir atraída sexualmente por su raptor. Como no me encontraba con los cinco sentidos completamente activos no pude distinguir la realidad de la ficción mientras tanto sólo seguía caminando y una idea vino a mi mente, llamé a un taxi que iba pasando por el lugar y le dije que sólo avanzara sin rumbo por la gran ciudad.

Mientras tanto mi mente seguía pegada en la clase de la tarde y comencé a pensar luego en mí, como una joven universitaria de no más de 18 años llevaba una vida tan mediocre, una parte de mi mente aún seguía en aquel Síndrome y quise hacer algo diferente, ya no me conformaba con cosas teóricas yo quería hechos concretos. No sé si tomé esa decisión por el efecto de la droga o simplemente porque así lo tenía que hacer, cuando volví a una parte de la realidad que me rodeaba me di cuenta que ya el sol alumbraba las puntas de las antenas de los grandes edificios y el chofer del taxi un hombre apuesto de no más de 30 años detuvo el automóvil y me preguntó si acaso tenía cómo cancelar las mil vueltas que hemos dado durante toda la noche, lo miré incrédula y sólo le ordené que se callara y siguiera su camino en silencio, luego me causó gracia que se preocupara del dinero luego de varias horas junto a mí en silencio pero no mencioné nada.

La hora seguía avanzando y lo nada más claro que tengo en mi vida es que el tiempo nunca se detendrá para mí, comenzaba a doler mi cabeza y la sensación de vómitos me dominaba, controlé mi cuerpo como pude y cerré mis ojos me llamó la atención que los efectos de las drogas no me sacaran de mi realidad. Me asusté, luego traté de ubicarme espacialmente pero no reconocí el lugar en el que nos encontrábamos le pregunté al tipo que viajaba junto a mí y me dijo que nos encontrábamos rumbo a Providencia, me pareció raro no reconocer el lugar, Providencia era uno de los lugares que mas concurría durante la semana, seguí culpando a los efectos de los productos que introduje en mi cuerpo. Reaccioné y le dije al chofer que quería que me raptara…el tipo no comprendía nada de lo que yo decía mi miró por el espejo retrovisor y detuvo el taxi. Se bajó del auto, abrió la puerta trasera mas cercana a la que yo me encontraba y me bajó del auto, me insulto un par de veces y se marchó –supongo que en ese momento no le importó ni se acordó de cobrarme el viaje- me incorporé y comencé a caminar reconocí las estaciones del metro, me encontraba en Salvador luego miré mi reloj para ver la hora, ya eran las 8:30 am. Mi cuerpo sin fuerzas me guiaba a un árbol grande en el parque más cercano.

Mientras tanto, ya la droga no hacía efecto en mí sólo era el cansancio y la desorientación la que me desconcentraban.


…Dos semanas después…



“ - No, señorita- Dijo Mariela al darse cuenta que su mejor amiga estaba a punto de doparse.

-Hoy, durante la mañana te vi sonriendo feliz de la vida que tienes, el problema de tu familia en contra de tus sueños sólo es algo pasajero no le des mayor importancia. Tú sabes que aquí estaré siempre para ayudarte sin excepciones.

La señorita Schweizer no mencionó nada al respecto, la convivencia con su amiga a lo largo de sus años le han dado la confianza para seguir sus consejos

-Pero Mariela, vamos anímate, experiencias nuevas siempre existirán en esta vida.

La señorita insistió y se drogó, Mariela la siguió y también lo hizo. Ambas murieron a las horas siguientes por no saber cómo reaccionar ante los efectos de una sobredosis.”