COMPARACIONES EN SEPIA
EL ENFOQUE
Acomodé la máquina sobre el trípode por enésima vez. Sabía que el sol no esperaría por mi disparo, por lo tanto, traté de conectar el paisaje deseado a las posibilidades habidas y corrí el selector de mi Yashica al modo “pera” en la seguridad de poder “descolgar” hasta mi celuloide y en sepia, ese amanecer fuera de serie que me ofrecía este domingo a fines del verano.
EL PAISAJE
La superficie inquieta de las aguas despedía intensos reflejos luminosos, a los que, coloridos peces voladores y blancos gaviotines, atravezaban con inusitado júbilo. El sol era un portal de fuego que crecía sobre el mar incendiando el algodonal de nubes, a un tiro de piedra de las olas.
Entre los médanos, veteados por la sombra de los arbustos fijadores de dunas, se podia ver la esmirriada figura del viejo artesano de Playa Guyón, don Joaquín Filgueiras; caminaba descalzo por la playa, dejando que el viento salino hurgara en sus largos y grises cabellos. Tal como era su costumbre, se detenía para saludar a cada muchacho y muchacha que encontraba a su paso, gran parte de estos jóvenes se hallaban amanecidos, cansados y somnolientos a la orilla del mar; casi todos ellos, empapados de alcohol por dentro, empapados en mar y arena, por fuera; todos parecían ser parte de un paisaje de trópico alucinado y decadente.
LA FE
De pronto recordé que no basta enfocar bien lo que se quiere, es necesario hacer click. Este asunto de apropiarse de un paisaje y hacerlo al gusto de uno es semejante a la fe. La fe puede trabajar para bendecirnos pero también puede volverse contra nosotros y maldecirnos. La fe es como una gran llave maestra que no todos saben usar bien. Podemos abrir puertas que nos lleven a la felicidad o puertas que nos arrojen al abismo más terrible. Podemos tener fe para hallar la salida del pozo, pero, también podemos utilizar esa misma fe para aceptar que el pozo en el que nos encontramos, es nuestro destino final en la vida.
EL CLICK
Saber ver lo que deseamos, enfocarnos en ello, pero, sobre todo, hacer click. Decirnos a nosotros mismos: “es mío, lo quiero”. Y sin perder la certeza de lo que se espera, aprender a esperar. Sí, toda buena fotografía de paisaje demanda una buena dosis de paciencia y de confianza, descansando en la seguridad de que ese click la hizo completamente nuestra.
LA REVELACIÓN
Recordemos que en el arte fotográfico, el tiempo de “cuarto oscuro” que requiere la revelación, para ver con nuestros propios ojos aquello que estamos esperando, es insustituible. |