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11 de septiembre. Casino Los Notros. Dos de la tarde.

Yo a veces no entiendo por qué la gente llora. No entiendo cómo pueden tener emociones o pensamientos, no sé cómo llegamos a ser lo que somos. A unos metros un tipo tiene una cara que atrae por alguna exrtraña razón. Los pómulos, la forma de comer, la conversación que mantiene con otro frente a él. Víctor anda con la guitarra de Matías. Rasguea. En su mano tiene escrito “ahora es tiempo”. ¿Ahora es tiempo de qué? Daks le sacó una foto a la mano. La mano se ha vuelto popular de forma under. Es lo malo de ciertas cosas. Se vuelve llamativas. Se secan por volverse llamativas.

Cuando yo fui llamativo era seco. Le contaba a las personas las cosas especiales que tenía, mis superpoderes, mis kriptonitas. Dejar de hacerlo fue el primer paso para la real vida, para un disfrute sincero de cosas que no lo eran. Las cosas no son sinceras. Las cosas son como Loriga: algo bien fluido, interesante, pero insustancial. Algo que sirve para citar y parecer conocedores, sabios. Algo como todo lo que me va rodeando de a poco cuando escribo y no hablo. Cuando muero despacio entre todas las personas.

Sale el sol. Veo personas. Un sujeto tiene el pelo teñido rojo en las mechas de abajo. Víctor anda con rostro drogadicto. Claudia anda bonita, con una blusa antigua y un suéter rojo bien temperado, además de una medallita ad hoc. Matías anda como siempre. Matías siempre anda como siempre.

Siento que ellos me observan o se preguntan cosas de mí. Lo siento no más y lo probable es que sea invento mío. Autocentrado, dicen. Preocupado constantemente y preso de sí mismo. A veces, antes, me sentía más preso de mí mismo que ahora. Hay que dejarse fluir, llevar por algunas cosas, hay que olvidarse de que uno es un humano responsable, ético, consciente, terriblemente poderoso. Hay que dejar de pensar que con las acciones que uno realiza, con respirar solamente, está agotando la vida de otras vidas, está matando el espacio vital de quizás qué manifestación desconocida. Algunas veces simplemente no hay que pensar nada, no hay que sentir tampoco, hay que esperar que el tren de lo sobrenatural a uno lo tome. Hay que manifestarse ante el día como un animal. Sin razones ni pasiones. Con determinismos y realidades. Algunas veces hay que dejar de vivir para vivir de verdad. Escuchar música, leer, por favor, sentir. Por favor, sonriendo, como todos nosotros.

Una alegría extraña viene desde dentro mío. Una alegría negra o de dientes. Es porque empiezo a escuchar el entorno. Lo de antes era bullicio.

Ahora quiero hablar de ti. Te ves linda hoy. Tenías los labios helados cuando me besaste. Helados, húmedos, helados, fríos.

Texto agregado el 18-11-2006, y leído por 180 visitantes. (0 votos)


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