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Tenía dos posibilidades. Decir que todas las variables se van al cielo, o a la mierda.
La Carlita con su vocecita ítica recita algún manifiesto estadístico que hace rato ya no tomo en cuenta. Y debería, porque corro riesgo de echarme el ramo bajo la amenaza de estar otro año en la universidad y etc. "¿Cómo se hace eso?" pregunta algún mortal de más atrás. Víctor, identifico. Carlita se para y por un segundo adivino el futuro: Carlita, con su vocecita y su colita de caballo color café, dará una explicación franca y sincera a la duda a Víctor, quien echado hacia atrás en la silla, oirá con atención para desligarse del peso ignominioso de no saber nada y tener que estudiar más después; prevención, cautela, lo motiva.

En vez de ver la materialización de mi profecía me entretengo en otras cosas. Leo el texto de Matías y los comentarios vagabundos. Me acuerdo x cosas; en fin, digo.

"Ahora nos vamos a hacer el test de Levene" dice Carlita.

¿Carlita? ¿Qué mente más distorsionada le puso así? Oh, claro, Sonia, la profesora insufrible.
Pienso en: actos de sinceridad, Bolaño, pequeños gestos, moribundos, salud física y mental, orgasmos, tractores, agricultura. "Cuando tienes problemas... deberás trabajar con los valores estandarizados". ¡Dios, Carlita, encontraste el sentido de la vida! ¿Pero qué son los valores estandarizados? "Entonces, en base a ese resultado, nosotros tomamos... ehh... resolvemos la hipótesis que teníamos planteada de homogeneidad de varianza". Miro para el lado. Me topo con Lorena, una quemada breve, casi invisible, ya no la recordamos. "¿Cuanto da el valor P?" pregunta Carlita, mientras avanza hacia la pizarra blanca, como la cordillera.

El valor P de Puta da lo mismo, respondo gritando en silencio (como los cobardes traidores felones); o sea, es igual a la ponencia factorial de toda la masa voluminosa verde vomitiva agresiva catártica desechable menos el asesinato sistemático del corazón y el llanto de las mujeres y hombres violados en las cárceles más inhabitables de algún país asiático con ridículas e intransigentes leyes. Aunque el rango de error me hace sostener que probablemente en algún utópico futuro en el que la castración de la esperanza haya alcanzado un nivel asentado de estimación y claro, fuertes y solventes bases estadísticas formales agresivo-libidinosas, quizás se dé la alternativa de que el porcentaje de muerte sobrepase al de la vida: o sea, que la concentración en clases sea un ejemplo de ética profesional acorde los roles estandarizados de este tu mundo, hijo de perra tu madre que muere de pena mientras los números vistosos violan su vientre en doscientas treinta y cinco valores de confianza expresados en el último intervalo a un 95% menos 2&; en relación directa con el test de Dublín y Watson.

"¿Cuanto valía el valor P?", pregunta alguien desde atrás. Alguien invisible, no sé quien.

Texto agregado el 18-11-2006, y leído por 193 visitantes. (0 votos)


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