El punto es…



Un dolor extraño apareció sobre el costado superior izquierdo de mi espalda ayer en la tarde, decidí acostarme un rato y dejar que pasara, lo que me tomo inefectivamente seis horas en la cama, pues cuando intente pararme, aquel dolor, continuaba ferviente. Por más, la reflexión se hizo presente en aquel lapso y recorrí, como en los últimos días, el punto de esta situación. Me canso de estar enfermo cada vez que resuelvo cualquier atavió inesperado; y es que uno no ha salido de un embrollo para meterse en otro (ya nos lo enseñaba el viejo Ulises), como si mi vida fuera una circundante lista de frases en puntos suspensivos. Volviendo al punto conciso, me enfrento a diario con la tarea de responder consecuentemente a la empresa del asma. Oportuno considerar los siguientes aspectos: de los nocivos; no fumar, no serenarse, no agitarse, de los ineludibles; el saco, la bufanda, el gorro, el paraguas, y por ultimo de ni lo uno ni lo otro; el inhalador. Cosa que en el inesperado de los días, cuando me devengo entre las trabas racionales de mí existir, se queda debajo de la almohada o en el peor de los casos se encuentre vacío en pleno a las tres de la madrugada. No hay tu tía que valga sin la cosa esa, ya ni los vapores ni la leche de apio. El punto esta entre la cabeza y el bolsillo; hay que buscar al medico, el cilindro de oxigeno, la careta, la pasta, el bendito inhalador. Entonces tengo que salir. Diecisiete grados celsius. Que pesadilla. Entre madrazos desahuciados resuelvo la consigna de hora y media que se consuma en un apuntalado puf puf. Sentado en la acera de la farmacia del hospital X me encuentro de nuevo ante otra dosis totémica del aparato este. ¿Elección? Es el eterno certamen del asmático reducirse a tan barato infortunio, que oscila entre los cinco mil seiscientos y doce mil pesos moneda corriente colombiana. ¡Que insolencia! En este punto el consumo se proclama protagonista cual Leviatán de lámpara mágica, pero este es tema de el próximo capitulo.