(...)Un día alguien me predijo la preocupación. Un tanto sin conocerme, me
dijo que a pesar de los afanes cotidianos que me presentaba esta
ciudad, a los que en ocasiones me aferro con desespero, el mundo se
encontraría a mis pies, en cofradía con mis testarudas decisiones. Y
ahora me pregunto que sentido tiene haber escuchado tal desfachatez
(diría el incrédulo) si dentro en los huesos yace un deseo tranquilo
de caminar sin prisa. Pero el tiempo no deja de padecer somnoliento,
ante la mirada de quienes leemos en canciones camaleónicas, el decoro
infectivo de la razón. Aparentemente la renuncia seria un suicidio,
auspicio de la historia. Pensar la vida resulta más confuso que
vivirla, hablar de ella podría resultar contraproducente y negarla un
poco de todas las anteriores…En tanto que marchar no se convierta
en un ensayo, cierro los ojos con los brazos extendidos buscando el
fuego que aviva el aletear de las aves, a ver si despego o en lo posible me
tropiece que es mas coherente. Otros descifran en el recorrido (según el caso)
el destino causal del azar; como el cazador de cocodrilos que muere al encuentro
con una manta raya o el escritor que encuentra en una página en blanco
el modo de salir adelante.