La noche nos lleva sinuosa de la mano hacia un destino desterrado de la realidad, entre bostezos, lágrimas fugitivas y un negro telón que va dando paso a la inercia de los sentidos. Del amor entre el silencio y las mentes dormidas nace los sueños, hijos proscritos que crecen entre las sombras de esa ciudad a la que llamamos noche, se ocultan, poco recordamos de ellos, pero son compañeros de ilusiones y desgracias en historias paralelas a la realidad.

Si el sueño es compañero de la noche, el insomnio es un juego para solitarios, donde ésta se transforma en pesadillas reales, cuando el alma no descansa, cuando los ojos no se cierran, cuando los pensamientos piensan por ti como un torrente de agua incapaz de cesar hasta darnos por bencidos y ver que cuando aun no hemos cerrado del todo un día, otro ya ha comenzado.