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Inicio / Cuenteros Locales / jonh / El Infiernillo - Cap. VI - Una Extraña Velada

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“Hay quienes no pueden escapar de su destino y otros que no pueden dejar escapar su destino”

Para salvarse del Infiernillo hay quienes tuvieron la fuerza de voluntad suficiente y otros que tuvieron suerte de estar con alguien con la suficiente fuerza de voluntad.

Era el chico más feliz de todos, o al menos eso pensaba Gustavo Ferrero, Gustavo era un joven sin preocupaciones que se hallaba en el último año de secundaria. Era sábado y tenía una cita con Paola Córdoba, la chica más hermosa y proporcionada de su escuela. Su mundo se centraba en el aspecto físico, nada más.

Entraron a la sala justo cuando las luces se apagaban, Francisco se pegó a Paola y está se pegó a él
- ¿Cómoda? – le preguntó.
- Si – dijo ella.
La película estaba a punto de empezar cuando algo rompió la pantalla, ese algo era un demonio.
- Adam – decía – Adam Brock estas aquí; lo sé.
Gustavo y Adam estudiaban en la misma escuela, aunque Adam era un año menor, butacas más abajo Adam estaba sorprendido y completamente pálido. Gustavo llevaba a Paola a escondidas para salir de la sala, sin embargo ella abrió su boca para decir:
- Lárgate, no me dejas ver la película – seria linda pero no muy lista.
- Cállate – dijo el demonio – ahora que lo pienso mejor creo que le serias útil a mi señor.
Y el demonio los llevó a Gustavo y a Paola en una burbuja junto con Adam o al menos ellos sintieron que era una burbuja ya que era energía que manipulaba un espacio esférico.

Tras cruzar el portal quedaron inconscientes para despertar en una suerte de calabozo sumamente oscuro y con una puerta de madera con algunas rejillas por donde se colaba un poco de luz de antorcha, estaban sobre un piso de piedra fría sin atadura alguna.
- Gracias a ti Adam; – dijo Gustavo – estamos en este calabozo.
- Si – dijo Paola – por tu culpa.
- Si tanto quieres salir de aquí – le dijo Adam a Paola – comienza a pensar en algo.
- Estábamos en el cine – le dijo Gustavo – y ahora estamos aquí por tu culpa.
- Por lo que yo sé, tú eres un idiota, ahora cállate y déjame pensar. – le dijo dura y cortantemente – Maldición es que no tiene otra cosa que pensar en tonterías y simplezas – se decía Adam a sus adentros.
- Oye tú... – dijo Gustavo pero Adam lo miró de una forma tan penetrante que decidió callarse – Este tipo da miedo – pensó.
- El guardia – dijo Adam – pasa por aquí cada dos horas.
- ¿Cómo lo sabes? – pregunto Paola.
- Llevo un reloj – respondió.

Adam comenzó a tantear todo el calabozo registrando en busca de algo, hasta que se detuvo al coger una piedra con punta y forma muy similar a la de un cuchillo. Se dirigió a la puerta de madera y comenzó a hacer hoyos en ella, la madera era muy frágil y parecía podrida. Gustavo viendo esto se preguntaba: “¿Qué diablos haces este tipo?”
Adam había punteado una especie de puerta más pequeña en la madera, se irguió y le dio una fuerte patada produciendo que el hoyo se abriera
- Salgamos – dijo y Gustavo con Paola lo siguieron.
Salieron a gatas por el hoyo y luego fueron a través de los pasillos algo sombríos del calabozo, no faltaban voces suplicantes más no podían pensar en ellos, al llegar al final del pasillo encontraron al sectario de guardia en un profundo sueño, tomaron las llaves de la puerta y abrieron la reja, luego la cerraron y tiraron las llaves.

Atravesando otros pasillos terminaron en la sala principal con enormes columnas y símbolos extraños, con un trono vacío en lo alto y en medio bajo una enorme cúpula. Se dispusieron a salir, pero una voz los entretuvo que venía de atrás.
- Bravo – dijo la voz – formidable Adam.
- Tú debes ser Lucifer – dijo Adam al tiempo que volteaba, medio asombrado, medio intrigado...
- Sí, joven Adam.
- ¿Porque me has traído hasta aquí?
- Tú truncaste mi proyecto de la enredadera con el cual ya habría consumado mis otros planes, además me puedes ser de gran ayuda, vivo.
- Interesante, pero ¿porque los has traído a ellos?
- Porque, mira a esa chica es sumamente hermosa, es un imán para los chicos, así los atraería más rápido a mí, y él… bueno podría servir como esclavo.
- Eres muy compasivo para ser la maldad pura.
- No soy maldad pura, solo creo que el hombre debe ser mas libre.
- Si libertad significa estar bajo tu control.
- Oh no, esto es momentáneo, luego los liberaré de mi poder, cuando ya no existan las reglas en el mundo.
- A que te refieres.
- Cuando tenga el control de todos los jóvenes, yo criare a sus hijos aquí y cuando los jóvenes se vuelvan viejos y muera la siguiente generación no le servirá más a Dios.
- ¿Piensas crear una sociedad sin orden, una sociedad caótica donde cualquiera pueda matar a cualquiera?
- ¿Que tiene de malo? Hay una superpoblación es bueno matar a algunos.
- Lucifer, eres más tonto de lo que pensé, sabes muy bien que Dios hará algo, siempre lo hace, y si Él no lo hace nosotros los humanos lo haremos.
- Es cierto que la derrota puede ser inminente y que Dios y su bondad pueden a acabar con todo lo que he hecho, pero la base de su creencia es la fe al igual que la mía
- Entonces, ¿por qué el esfuerzo innecesario?
¿Por qué te torturas y torturas a los demás?
- Porque ya he sufrido bastante como para ver sufrir a otros, ¡Dios! arruinó mi vida y ahora yo arruinare sus planes, además… esto es más importante de lo que tu puedes llegar a saber.
- ¿Cómo pudo arruinar tu vida?
- Esta conversación acabó, es hora de que se unan a mí.
- ¡Corran!
Ni bien hubo hablado; Adam, Gustavo y Paola echaron a correr, Adam también giró la cabeza para ver que hacía Lucifer, pero este estaba inmutable esperando a que se marchen, como si fuese demasiado fácil atraparlos.
- ¿Qué demonios? – Se dijo Adam – Lucifer ¿A que juegas? No logro descifrar el motivo exacto de este enredado plan.

Fueron largos minutos de extenuante trote hasta que Paola ya no pudo correr más y se vieron forzados a descansar tras una piedra de enorme tamaño.
- ¿Ya habías estado aquí antes? – le preguntó Gustavo, que estaba desconcertado, asustado, anonadado, etc.
- Sí – contestó Adam.
- ¿Porque la conversación tan larga?
- Cuando vine antes, no me enteré lo suficiente de lo que pasaba aquí, solo tenía una idea simple.
- ¿Viniste aquí cuando la escuela fue envuelta en una enredadera gigante?
- Sí, exactamente hace un año.
- Están locos. – Dijo Paola muy asustada – ¡esto es una locura, yo quiero irme a casa!
Paola echo a correr sumamente aterrada, ellos la siguieron más no fueron muy lejos, el demonio que los había traído estaba frente a Paola, Sus ojos se llenaron de lagrimas pero antes de que Paola gritase recibió una bofetada del demonio que la sacó volando hasta aterrizar en las dunas. Su delgada forma del demonio era siniestra e intimidante tanto Gustavo cono Adam dieron un paso a atrás al ver acercarse al demonio, Gustavo giró, Adam armándose de valor dejó de retroceder.
- Paola – dijo Gustavo y fue a ayudarla mientras Adam se acercaba al demonio y comenzaba a hablar con él.
- ¿Cómo te llamas? – le pregunto al demonio.
- Me llamo Lugbet – dijo – y ahora vendrás conmigo.
- ¿Si tu jefe no me detuvo que te hace pensar que tú lo harás?
- Mi señor te dio ventaja para que huyeras y eso tú bien lo sabes.
- Que gentil. – Adam tragó saliva
- Apúrate que se avecina una tormenta de arena, si no fuera por esta maldita atmósfera no tendríamos tormentas así.
- ¿Qué tormentas?
- De arena.
- ¿Qué arena?
- No te hagas el tonto.
- ¿Cómo la que viene tras de mí? – dijo Adam sorprendido y algo alegre.
- Sí, oh no.
- (Este es el momento) – pensó Adam

Adam corrió hasta donde estaban Gustavo y Paola y los tomó del brazo, los tres fueron llevados por la tormenta mientras aguantaban la respiración y cerraban la boca para evitar que la arena entre, una vez acabado el fenómeno se incorporaron de debajo de una manta de arena, no sabían en que parte estaban y ya no veían la roca donde se habían ocultado.
- ¿Era necesario que tomaras esa actitud de tonto? – le dijo Gustavo escupiendo arena de la boca.
- Bueno, no se me ocurrió una mejor idea – contestó Adam ala vez que se sacudía el cabello.
De repente una ráfaga de viento los golpeó, era Lugbet, había vuelto y se veía bastante ofendido.
- Vendrás conmigo, Adam – dijo Lugbet.
- ¿Por qué? – dijo Adam.
- Porque si no tu amiga morirá.
Lugbet sostenía a Paola del cuello con su brazo derecho mientras ella trataba de no asfixiarse y jaloneaba con sus manos, Lugbet en la otra mano sostenía una cuchilla muy cera del cuello de Paola.
- Está… bien – dijo Adam.
- Adam – dijo Gustavo.
- No tengo otra idea – dijo sonriendo tristemente.

Lugbet maniató a Gustavo y a Adam y llevó a Paola caminando a su lado sujetándola del cuello, caminaron por mucho tiempo hasta que Adam habló nuevamente.
- Oye - dijo – esa cuchilla es muy fina.
- Si – le contesto Lugbet – le perteneció a mi padre.
- ¿Me la prestas?
- No correré ningún peligro si te la doy, no me harás gran daño y si oigo que las cuerdas se cortan la mataré.
- Tú no correrás peligro, pero yo si, suéltala a ella o yo me matare.
- ¿Qué clase de amenaza es esa?
- Lucifer me quiere vivo, si se entera de que he muerto se pondrá furioso contigo y de seguro te aniquilara.
- Eres un maldito, esta bien allí esta tu amiga – dijo tirando a Paola en el suelo – ahora vendrás conmigo.
- Está bien – dijo lazando la cuchilla al piso.
- No Adam – dijo Gustavo.
- Váyanse – dijo.

Gustavo y Paola huyeron rápidamente, tuvieron la suerte de toparse con una casucha abandonada, mi bien hubieron llegado Gustavo comenzó a pensar como salvar a Adam.
- Ese tipo, debo salvarlo, le debo la vida y algo más, trató de salvarnos de esta situación y debo devolverle el favor, él es muy importante…
La puerta se abrió y ante ellos apareció una figura masculina, Gustavo se incorporó en guardia pero bajó las manos inmediatamente
- Hola – dijo Adam, tenía la ropa rasgada y algunas quemaduras pero estaba bien.
- ¿Cómo? – le pregunto Gustavo.
- Se fueron tan rápido que no pude darles alcance.
- ¿Y Lugbet?
- Yo lo elimine.
- ¿Cómo?
- Tenia una espada detrás en su cintura, recuerdan, el muy tonto no se dio cuenta de que la tomé, lo atravesé en un punto donde brillaba su armadura, aunque logró dañarme con un de sus ataques sin que este me tocara y la espada me quemó la mano, se hizo polvo.
- Esto es muy confuso.
- No, si lo piensas bien y respecto a ser importante. Lo siento pero no soy de ese bando…
- ¿Eh? – Gustavo demoró en razonarlo y luego dijo - ¡QUE ESTAS INSINUADO!
Lo tres rieron y Adam cayo en un sueño profundo esperando que lo saquen del Infiernillo.



Continúa… Capítulo 09

Texto agregado el 18-11-2006, y leído por 181 visitantes. (0 votos)


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