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Inicio / Cuenteros Locales / monsegnor / Entrega Personal (I)

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Monseñor me llamó a su oficina y lucía realmente preocupado, al verme llegar me dijo de inmediato:

- Tenemos un problema, debo enviar algunos documentos a la Iglesia de San Antonio y me han dicho que el correo no llega hasta esa localidad.
- Es extraño – respondo igualmente preocupado – pensé que el correo iba a todas partes.
- Lo que sucede es que la iglesia está hacia el interior de la localidad, en un camino muy accidentado y tal vez por esa razón, los correos no acudan allí. ¿Cómo haremos ahora para enviar estos escritos? Además aquella iglesia se encuentra bastante distante de nosotros, debemos pensar en algo.
- Sí monseñor, tiene usted razón y estaba pensando en que yo podría llevar esos documentos a San Antonio de manera personal, es decir, viajar hasta allí.
- ¿Irías tan lejos a dejar los documentos? – pregunta monseñor algo sorprendido – son casi dos días de viaje y debo advertirte que además hay que cubrir un camino en el campo donde solo se ven vehículos tirados por animales.
- Vaya monseñor, creo que usted ha olvidado que antes de llegar a su Iglesia yo me dedicaba a recorrer el mundo – le respondo mientras siento renacer mi espíritu de vagabundo de manera sorpresiva – para mí llegar hasta San Antonio no representa dificultad alguna.
- Bien- responde monseñor algo más tranquilo – acepto tu ayuda y la agradezco, esta misma mañana reservaremos pasajes para que puedas viajar hasta ese lugar.
- ¿Pasajes? no monseñor, guarde usted ese dinero para la Iglesia, yo puedo llegar a cualquier lugar sin necesidad de pasajes, tampoco debe preocuparse por alimentación, tengo mucha experiencia en obtener eso. Sólo debe entregarme los documentos y yo los llevaré sin demora.
- ¿Estás seguro? No deseo que pases dificultades en ese viaje.
- No debe preocuparse por mí, mañana saldré temprano hacia el sur llevando sus misivas. Además recuerde que don Raúl nos dijo que debía llevar un auto que ya ha reparado a un cliente sureño, de modo que hablaré con él para ver si me puede ayudar.
- Bueno, si es así, agradezco tu ayuda y espero que tengas un buen viaje y puedas entregar los documentos lo antes posible.

Dicho aquello, monseñor me hizo entrega de las cartas y me dio la ubicación exacta en el mapa del lugar donde se encuentra la Iglesia de San Antonio, luego de tener todo en mi poder, llamé telefónicamente al maestro mecánico, a don Raúl y él me dijo que con todo placer me llevaría en el auto que debía llevar al sur para su entrega. Nos pusimos de acuerdo y saldríamos de viaje temprano en la mañana.

Y don Raúl cumplió su palabra, pues muy cerca de las siete y media de la mañana llegó a la Iglesia a buscarme para salir de inmediato rumbo al sur; me despedí de monseñor y de la señora Domitila quienes nos desearon todo tipo de suerte.

El viaje junto a don Raúl fue muy entretenido y durante su compañía me habló de su vida de mecánico, de su familia y en especial de su hija, la que pronto se casará terminando sus estudios universitarios. Nada más le encanta que hablar de coches y de autos y mencionó que la camioneta de monseñor es de buena marca y él la mantiene con los mejores repuestos que puede hallar. Luego de meditar un instante me dijo con aire solemne:
- Sabes muchacho? Si no fueras el ayudante de monseñor en la Iglesia, por cierto te llevaría a mi taller para que aprendieras mecánica, es el oficio del futuro, ah si no lo sabré yo. Con el paso de los años, todos tendrán su propio auto y habrá mucho trabajo que hacer.
- Nada más me encantaría que aprender su oficio, sin embargo me queda muy poco tiempo con todo el trabajo que hay en la Iglesia y además monseñor ha dicho que el próximo año debo asistir al colegio para continuar mis estudios. Mi madre es la más contenta con esa noticia y aún no sabe cómo monseñor pudo convencerme de volver a los estudios, considerando que mi vida antes de conocerlo, era recorrer el mundo.
- Jaja, es que monseñor es milagroso, hace que los tacaños ayuden a los pobres y que los vagabundos se conviertan en sus ayudantes.

Y de ese modo alegre continuamos nuestro viaje, sin embargo avanzados unos cien kilómetros, puede ver que don Raúl se notaba algo cansado, entonces le dije:

- Usted está cansado, permítame ayudar en algo, puedo conducir algunos kilómetros mientras usted descansa.
- Tienes razón muchacho, he tenido mucho trabajo y me siento algo agotado. Bien, te dejaré conducir, pero no vayas muy rápido, concéntrate en el camino, vigila los instrumentos, y no leas los letreros que hay en la carretera, la mayoría produce distracción.
- No se preocupe don Raúl, ya sabe que soy buen conductor, eso lo ha dicho monseñor después de haber realizado muchos trabajos con su camioneta verde.

De esta manera, tomé el control del coche que debía entregar don Raúl mientras él se acomodaba en el asiento trasero para descansar. A los pocos minutos pude comprobar que se había quedado dormido de modo que todo quedaba bajo mi responsabilidad. El coche era relativamente moderno y bastante cómodo pero ante nada, muy veloz. Poco a poco pude comprobar que podía volar por sobre la carretera y se adaptaba muy bien a las exigencias del camino. Don Raúl estará muy feliz al saber que llegaremos antes de lo previsto a nuestro destino, pues ya veo que puedo avanzar a una velocidad mucho mayor que la que él le imprimía al vehículo. Ese pensamiento completaba mi felicidad, pues realmente estaba disfrutando de aquel coche y sus virtudes y claro, también comprendía que buen mecánico es don Raúl pues ya voy a más de cien kilómetros por hora y el auto se comporta de mil maravillas tanto así que creo que llegar a los ciento veinte o ciento cuarenta, será sólo cosa de apretar más el acelerador.
Creo que don Raúl estaría orgulloso de mí si me viera conducir a esta increíble velocidad, pero sería muy cruel despertarlo de su reparador sueño sólo para que observe mi proeza de velocidad.
Mientras meditaba tales cosas, de pronto veo que el camino se bifurca en dos direcciones y a mi derecha puedo ver un letrero que indica algo, sin embargo como voy muy rápido y recuerdo las palabras de don Raúl que me aconsejaban no leer letreros para no distraerme, opto por el camino que nos lleva hacia la izquierda. No sé realmente a qué se debe mi decisión de haber tomado el camino de la izquierda, yo creo que puede ser porque contenía una curva más atractiva y deseaba comprobar la estabilidad del auto. Bueno, y así conduzco por largos y rápidos kilómetros hasta que don Raúl despierta de su largo sueño, se incorpora e inmediatamente mira el paisaje por la ventanilla del coche, luego exclama:

- Qué extraño paisaje, realmente no lo recuerdo. Creo que hemos avanzado bastante y a buena velocidad y yo juraría que....

En ese momento detiene sus palabras, baja el vidrio de la ventanilla y aspira el olor del aire, luego exclama muy confundido:

- El aire tiene un olor salino, ¿no lo sientes?
- Sí, tiene razón usted don Raúl, se puede sentir la sal en el aire.

Luego en el camino un letrero se acerca a nosotros y entonces don Raúl me dice

- Vamos, disminuye algo la velocidad y leamos que dice ese letrero, a ver...

Por cierto, al estar lo suficientemente cerca del letrero podemos leer:

LA COSTA, a 5 Kms.

- ¿La Costa a cinco kilómetros?, maldición, no puede ser. ¿Cómo que la costa ?, se supone que vamos hacia el sur. Pero ¿qué has hecho muchacho? Has tomado mal el desvío.
- ¿Cuál desvío? Pregunto confundido.
- Un desvío, se encuentra unos cien kilómetros atrás; seguramente viste una bifurcación, un desvío donde puedes elegir seguir al sur o tomar hacia la costa. Pero tú has tomado hacia la costa, maldición qué haremos ahora. Eres un tonto, debiste leer los letreros que indican hacia el sur o hacia el mar.
- Pero don Raúl, usted me dijo que no leyera letreros de la carretera, de modo que simplemente tomé el camino que parecía ser más atractivo y emocionante.
- Qué torpeza más grande ¡, debemos regresar de inmediato hacia el desvío, da la vuelta y retomemos el camino correcto.
- Lo siento don Raúl, es una distancia muy grande y creo que tenemos poco combustible.

Dicho lo anterior, don Raúl observa el marcador de combustible y comprende que tengo razón, entonces me dice :

- Qué mala suerte, qué torpeza, lo único que podemos hacer ahora es llegar hasta la costa y cargar combustible allí para luego regresar a tomar el camino correcto.

Y de ese modo lo hicimos, a los pocos minutos arribamos a la costa, el mar estaba precioso aquella mañana soleada y luego de cargar combustible don Raúl ya un poco más tranquilo, me invitó a tomar desayuno.
Lo hicimos en un lugar desde donde se podía admirar el mar en toda su azul extensión, entonces don Raúl me volvió a hablar:

- No lo creerás pero hace mucho tiempo que no venía a la costa, es increíble la belleza del paisaje y lo fresco de la brisa marina, por otra parte monseñor tampoco me creerá cuando le cuente que me has traído directo al mar mientras yo dormía. Al fin creo que me has dado unas vacaciones de manera involuntaria, pero debemos retomar el viaje rápidamente, recuerda que debo entregar el coche esta misma mañana.

Y así lo hicimos, tal como lo dijera don Raúl, después de aquel delicioso desayuno mirando el mar, regresamos al desvío del camino y tomamos nuevamente rumbo al sur. Don Raúl calculaba que nuestro viaje había aumentado en unos 120 kilómetros debido al camino equivocado que tomé, pero por cierto ya no lucía enojado. Y finalmente llegamos a nuestro destino aún a tiempo, don Raúl me dijo que de inmediato iría a entregar el coche; yo por mi parte le pedí que me dejara en la estación de ferrocarriles pues pensaba abordar un tren para continuar mi viaje al sur portando los documentos de monseñor.

Así lo hizo el maestro mecánico y de pronto me vi en la entrada de la estación, me despedí de él y de inmediato fui a ver si había algún tren que tuviera salida al sur. Pero tuve mala suerte, pues me informaron en la oficina de los pasajes que aquel día no había tren al sur, sino en dos días más. Aquello era fatal para mi tarea de llevar las cartas de monseñor hasta la Iglesia de San Antonio... debía pensar en alguna solución.

Continuará

Texto agregado el 17-11-2006, y leído por 257 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
22-01-2007 ***** maria_jose
26-12-2006 Voy a continuar que he visto que hay dos capitulos mas***** eslavida
01-12-2006 Una joya de escrito uleiru
19-11-2006 Me tuviste totalmente concentrada mientras leía, lo cual no es fácil... tu forma de escribir es entretenida y me llevas a imaginar con fotografías lo que relatas... Muchas gracias y espero pronto la continueción de tu relato.... azucenita_
19-11-2006 Las cosas no suceden`porque sí, verdad ?. De cualquier supuesto error puede llegar lo que estabamos necesitando...solo hay que aprender a disfrutarlo. Un beso...azul. NANAI
18-11-2006 Pues aqui seguiré esperando la otra solución. Una historia muy bien contada. Echaba de menos a monsegnor y su ayudante, pero no lo olvidaba. Simpática anécdota la que has compartido con nosotros, siempre dejas alguna enseñanza; este ayudante está tocado por una varita mágica y todo aquel que le rodea aprende y disfruta, hasta el mecánico consiguió un día de vacaciones en la costa. Enhorabuena.***** Claraluz
17-11-2006 Ya extrañaba a Monseñor... naiviv
17-11-2006 Tus relatos son encantadores! °°°°° Melisacampos
17-11-2006 TE DEJO MIS 5* Y GRACIAS POR TUS COMENTARIOS QUE LOS TENDRE MUY EN CUENTA. UN ABRAZO LUMILA
 
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