A veces,”la moral” se pone toga,
usando manguitos y sotana;
otras, en cambio, muy alocada
y pundorosa se desata,
bailando con todas y con todos
su extraviado código del decoro.
En algunas ocasiones, con esposos
va iniciando sus pasos danzarines;
en otras, rumiándole a las esposas
el zapateado de su esposo con la otra,
al lograr, por fin, danzar un baile.
Despechada, “la prédica”, no perdona,
no ser ella la que dance el bailoteo,
si después de poner música a la cantinela,
hablando de pudores y de honores,
se queda, la pobre, sin letra y sin canciones.
¡Ay, triste hipocresía si supieras
la corta duración de tu existencia!
Te cuidarías, al menos, por vergüenza,
invertir el tiempo en falsedades,
que el disfraz del disimulo se mantiene,
lo que dura una tormenta de verano.
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