-... Esta bien, lo reconozco...ganaste la apuesta.
- ¡¡Jaja!!. Y también deberías reconocer que fuiste muy ingenuo. ¿Qué te llevo a pensar que podías ganar esta apuesta?.
- El simple echo de creer que sabia que era lo que necesitaban los humanos para ser felices...
- ¡Jaja!. ¡Doblemente ingenuo!. Somos Dioses, todo lo podemos... excepto hacer felices a estas criaturas. Que bella ironía. En el fondo del ser más simple, habitan el alma y las necesidades más complejas.
- Pero si se la pasan pregonando sobre sus carencias, sus necesidades del alma... creí que con darles eso seria suficiente.
- ¿Y se los diste?
- Claro, todo. Hice desaparecer las clases sociales, hice desaparecer el odio en todas sus formas, la envidia ya no la conocían, no sabían lo que significaba cometer un asesinato ni una violación, no necesitaban el dinero porque la tierra estaba poblada de alimentos, agua y lugar para todos, borre de su mente la megalomanía, la depresión y la tristeza, y ya no existían ningún tipo de enfermedades, ni las iban a existir. No necesitaban lideres porque no había necesidad de ellos, cada hombre era libre de hacer lo que deseaba, porque la maldad ya era cosa del pasado.
- ¿ Y que sucedió?
- Pues al principio todo iba sobre ruedas... la gente era inmensamente feliz. Convivían con armonía como nunca lo habían hecho desde el alba de los tiempos en que fueron creados...
- Pero...
- Pero luego comenzaron a entristecer paulatinamente... se aburrían, no encontraban motivaciones y poco a poco iban perdiendo la alegría, las ganas de vivir... hasta que algunos comenzaron a morir de tristeza. Entonces decidí hablar con algunos de ellos en sueños.
- ¿Y que fue lo que te confiaron?
- Que su vida carecía de todo sentido y ya no valía la pena vivirla. Que fueron felices hasta cierto punto, pero que sin megalómanos, no había locos contra los cuales luchar, por ende no existen los grandes hombres, los héroes. Sin lideres o jefes no había tiranos, por tanto no había revolución por la cual luchar y morir, y tampoco existían esas ganas de superarse que muchas veces motivan a llevar una vida plena, porque todos eran iguales. En conclusión, su existencia dejó de tener sentido, ya no había motivos por los cuales seguir viviendo.
- ¿Y entonces, cual fue tu decisión?
- Resolví devolverles el mundo del cual tanto había renegado, y que no sepan nunca que esto ocurrió. Y también darte por ganada la apuesta.
- Sabia decisión mi joven Dios. Te advertí que no había manera de hacer felices a esas complicadas criaturas, pero tu juventud y tu orgullo no te dejaron creerme. Pero no te sientas triste, muchos dioses antes que vos lo intentaron y fallaron miserablemente. ¿Escuchaste hablar de Prometeo?. Yo también en una época intente lo mismo. Pero yo era un joven demasiado orgulloso, y cuando les di lo que pedían y me fallaron, no fui tan contemplativo como vos, sino que para que no queden recuerdos de lo que había pasado les envié un diluvio que arraso con casi todos ellos. Los pocos que quedaron no recordaban nada, y con el tiempo todo volvió a ser como antes.
- Si, he aprendido la lección. Pero siempre aparecerán otros quienes intentaran esta imposible hazaña. Y las pobres criaturas sufrirán las consecuencias. ¿No estaremos siendo demasiados malvados al jugar así con su existencia?
- No mi joven dios, no te preocupes por su insignificancia. Al fin y al cabo ni siquiera ellos saben lo que necesitan para ser felices. Acompañame, vamos a observar quien es el próximo tonto que lo intenta.
- Si, pero esta vez me toca apostarle a mí que no lo lograra.
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