Mucho tiempo atrás conocí a un hombre. El estaba encerrado, encarcelado por cosas que nunca hizo.
Inocente, atado a cadenas.
Hacía mucho tiempo que no veía la luz del sol. Tenía un aspecto muy parecido al mío; lo vi cuando mi cuerpo se reflejo en el espejo, pero no era yo, sino una persona totalmente diferente a mi forma de ser y pensar.
Me dijo que no aguantaba más, que no quería vivir nunca más en las sombras y que alguno de los dos tendría que morir para usar mí cuerpo. Tuvimos una pelea y sin control sobre mi ser rompí el espejo. Sus rotos pedazos eran como un dulce consuelo para mí, pero todavía sentía un vació que me atormentaba en el pecho. Desde ese día evite mi reflejo, porque él seguía ahí detrás.
No estaba dispuesto a perder mi valiosa vida por tan solo un desgraciado.
Pero un día nuestras miradas se volvieron a cruzar, entonces no aguante mas, fui hasta mi casa y de debajo de un cajón saque un arma. Enfrente al espejo y le dispare. Solo cuando empecé a sentir elsabor de la sangre recorriéndome la boca, me di cuenta que me había matado yo mismo.