LUCHA SIN TREGUA.

(Autora: RESTORACH)

Les llamaron de madrugada, fue ella quien cogió el teléfono y los nervios comenzaron a reflejarse en su semblante a la vez que una sonrisa iluminaba todo su apagado rostro hasta aquellos instantes. Colgó y gritó a su marido - ¡Por fin! ¡Es una niña! – Recogieron con celeridad todo lo necesario, lo metieron en un bolso y se pusieron en camino; la distancia era considerable, bastantes km. les separaban de su destino que no era otro que el hospital de una capital lejos de donde ellos vivían.

Cuando llegaron les esperaba una asistenta social que después de intercambiar los saludos rutinarios, pasó a asesorarles de todos los requisitos obligatorios en estos casos, así como informarles del estado de salud de la pequeña – Ha nacido prematura pero está muy bien – La pareja se abrazó emocionada y preguntaron impacientes: - ¿Cuándo podremos verla? – Ahora mismo – les contestó.

Sus pupilas comenzaron a brillar a medida que se acercaban al nido, una enfermera les señaló la cunita y ellos con la cabeza pegada al cristal no pudieron ahogar su llanto, habían sido tantos años de espera… que ahora les resultaba imposible contener la emoción.

Volvieron a su hogar, éste que había permanecido oscuro durante mucho tiempo se acababa de iluminar al recibir la estrella más bonita y con ella comenzaba a abrirse la ilusión. Pensaron que ya había terminado la espera y ésta solo acababa de empezar…

Un neurólogo les confirmó lo que ellos ya imaginaban, pero no por eso se abandonaron a la desesperanza. Aguardaron con paciencia sus primeros pasos que tardaron en llegar, pasaron años hasta poder oír sus primeras palabras y ahora con diecinueve años, siguen esperando que pueda leer sus primeras letras.

Una lucha que no ha terminado pero que es impulsada por la dulzura de su eterna inocencia, inocencia que ha sembrado el cariño en todos aquellos que la van conociendo, conquistados por una frase que es famosa ya en ella: - “Yo te quero mucho ¿Tú queres a Rosita?” –


(Dedicado a mi sobrina Rosita)

Quiero además, dedicar este relato a todas aquellas personas, que son grandes de corazón y que cada día contemplan desde su ventana un amplio horizonte y muy especialmente a los grandes artistas del Centro Ocupacional que nos deleitan con sus escritos.