Cuenta las baldosas negras y blancas del baño, son veinte.
Cuenta los maderos de la reja al frente de su casa, son veinte.
Se sorprente al contar, en el bus, los niños al subir, son veinte.
El límite de velocidad en su cuadra de casas de clase media es, adivina, veinte kilómetros por hora.
La cosa es ya irregular cuando al contar las ventanas del frente de su colegio lo descubre, descubre que son veinte.
Piensa que algo insólito ocurre cuando ve que en su caja de veinticuatro colores prismacolor de los que pintan duro, ya solo quedan veinte.
Siente que muere cuando se percata de algo aun mas impresionante. Descubre que son veinte los dibujos que ha guardado en su escaparate azul de madera.
Cuenta diecinueve peluches sobre su cama, sabiendo que el otro lo tiene en aferrado a su pecho.
Ahora si, piensa que el mundo conspira contra ella, que si hay otra veintena, se volverá completamente loca.
Finalmente, rindiendose ante un mundo que la quiere enloquecer, comienza a hacer la tarea, "resuelva las siguientes multiplicaciones". Nunca pensó que tal enunciado arreglaría el día extraño que había tenido, el maldito día de la veintena. Siete por tres. Siete por tres!!!
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