En el actual temario de filosofía de bachillerato, aparece como un destacado bloque temático: la lógica. Se apartan estudiantes y profesores de filosofía por un trimestre de esas cavernas últimamente tan transitadas, para atacar la razón con intenciones más o menos constructivistas.
Si algún incauto pegara la oreja a la puerta de una de esas aulas oiría frases como “Si llueve las calles se mojan” y seguramente se apartaría de allí con la sonrisa de la condescendencia.
Sin embargo se habrá perdido una lección magistral que aunque la mayoría hemos oído, pocos son los elegidos que han asimilado y han sabido incorporar a su quehacer cotidiano.
Así la lección seguía diciendo que si las calles están mojadas puede que haya llovido o puede que todos los hombres menores de 43 años cuyo nombre acabe en r hayan decidido escupir ala vez.
La calle puede estar mojada sin que haya llovido, aunque siempre que llueve la calle está mojada.
Si muchos de los poetas e intelectuales de hoy hubieran desatendido por unos instantes los requiebros de aquella mosca otoñal en el vidrio de la ventana, sabrían hoy distinguir entre un persona con genio y una persona despistada. Porque cierto es que los genios “tópicos a parte” son despistados, pero es un burdo error lógico sacar la conclusión de que ser despistado es un signo de genialidad. Más triste aun, es fingir despiste con la intención de parecer genial.
Del mismo modo, si bien es cierto que la mayoría de las mentes creadoras a lo largo de la historia del arte han coincidido con personalidades más o menos atormentadas y serias dificultades para conseguir unos mínimos de felicidad, ser infeliz no garantiza nada de nada a la hora de ser más o menos original con la pluma.
Bueno, sólo quería contar eso, que siempre que salgo de casa veo las calles mojadas y llevamos ya muchos años de sequía.