Me gustaría ser tan indulgente con las virtudes de los demás como lo soy para mis propios defectos.

No me importa reconocerlo, defectos tengo a patadas. Tengo tantos que he aprendido a convertirlos en logros. Y es por eso que ahora hago esta reflexión, mirada de tripas o como quiera llamarse. La titularé “Mis pecados”. Pensaba titularla “Guía de campings de España y Portugal”, pero el titulo ya estaba ocupado, así que tendrá que valer así.

¿Y por donde empiezo?. Supongo que lo primero de todo, por la envidia. Envidia debería ser mi apellido. Mira que soy envidioso. No hay cosa que tolere menos que los éxitos ajenos. Lo malo de la envidia es lo poco que se disfruta. Casi preferiría que mi pecado mayoritario fuese la gula. Para empezar ¿por qué la gula es un pecado?. No lo entiendo. ¿Meterse las galletas de cinco en cinco en la boca te puede condenar a los pozos de Satanás?. Imagínense la escena “¿usted porque está en el infierno?¿por matar?, ¿por robar?”, “no, por almorzarme todos los días con cochinillo”. Supongo que el pecado de la gula no consiste en comer a lo bestia, sino en no ofrecer un poquito a los demás comensales. O quizás Jesús consideró incluir la gula en la lista de pecados después de que Pedro, gran zampón del grupo de discípulo, se merendase él solito toda la ultima cena, dejando para los demás tan solo un trozo de pan y unos sorbos de vino. “Este es mi cuerpo” decía Jesús mientras repartía un trocito de pan a cada discípulo, y miraba de reojo a Pedro, quien, con gesto avergonzado, chupeteaba un hueso de cordero de su plato atiborrado de restos.
Puestos a elegir, sospecho que la gula es mejor pecado que la envidia. Por lo menos, la gula es un pecado que se puede hacer en público, y siempre habrá algún restaurante que te lo agradecerá. Lo único, procura no terminar de zampar con un regüeldo. Fíjate que paradoja: la gula es pecado, pero ser un guarro no lo es.

Otro pecado que me vendría bien sería la lujuria. Si, ese pecado estaría muy bien. Desgraciadamente, la lujuria me alcanza escasamente para la noche de los sábados, y a veces, la mañana de los domingos. En verano, parece que se amplia un poco, y disfruto de algo mas de lujuria a la hora de la siesta, pero vamos, lo justito como para poder mirarme al espejo sin apartar la mirada. Supongo que en mi caso, hay un abismo entre la lujuria que uno puede pensar, y lo que el cuerpo es capaz de acompañarme. ¿De que me sirve imaginar posturas, juegos, chupeteos, mordisquitos, manoseos y demás, si al cabo de un par de asaltos necesito una botella de Isostar y un masajista?. Aparte de la vergüenza de levantarme con agujetas a la mañana siguiente de una maratón lujuriosa. Eso si que es terrorífico. La chica está duchándose, y al salir te encuentra tratando de recoger tus calzoncillos del suelo como una vieja reumática, apoyándote en el respaldo de una silla y con las articulaciones tableteando. ¿Con que cara le dices que si quedamos esta noche?.

Otra cosa que no entiendo es la pereza. De ese pecado tengo también una buena ración, pero ¿por qué odia Dios a los perezosos que los castiga con el infierno?.Vale, la pereza está muy mal, pero ¿tanto como para que peligre tu alma?. Cada noche que me quedo tirado en el sofá viendo la tele en vez de bajar la basura… ¿me estoy acercando a la condenación eterna?. O cuando me quedo cinco minutos mas en la cama en lugar de levantarme, o cuando hace mas de un mes que debería haber llevado el coche a la revisión, o cuando sigo viendo un programa de la tele que no me gusta solo por no levantarme a por el mando a distancia… ¿me estoy perdiendo para Dios?. Me gustaría que alguien me lo explicase, de verdad. ¿Por qué odia Dios a los perezosos?, me recuerda a mi padre cuando venia a casa y me pillaba durmiendo la siesta. A lo mejor es porque, cuando Jesús ordenó a Lázaro, el muerto, que se levantase, éste le contestó “déjame cinco minutitos mas, mami”.

Con respecto al orgullo, pues eso va a ratitos. Es lo malo de ser un bipolar.
La avaricia, cada vez menos. Tenía más avaricia cuando era joven. Salíamos cinco chavales a divertirnos, y como teníamos poco dinero, bebíamos a medias. La cuestión era, pues, beber mucho y muy rápido, pues los demás también tragaban lo suyo. Recuerdo que a veces pedíamos una ración de patatas bravas para cinco, y nos pegábamos pellizcos y patadas por debajo de la mesa para hacer al otro perder la concentración y así comer una patata mas que los demás. A lo mejor es que los discípulos también comían todos del mismo plato y como hienas, y Jesús, que era más tiquismiquis y masticaba la comida antes de tragarla, se quedaba siempre con hambre, pues no le dejaban meter la cuchara mas de dos veces.

Con respecto a la ira, no sabría que decir. Aproximadamente, entre las 7.30 y las 9.30 de la mañana, especialmente entre la Carretera de Toledo y la M-30, me convierto en la viva imagen del Apocalipsis. Mataría a todos, absolutamente a todos los demás conductores, peatones, motoristas, repartidores, etc etc. Me parezco al niño loco ese del Youtube, el de los puñetazos al teclado. Pero el resto del tiempo mi ira no es excesiva, no te creas que mataría a demasiados. Tan solo a un porcentaje muy pequeño de la población mundial, empezando por mi vecino y su hijo adolescente (el del Quad).

No se si habrá algún cura en esta pagina. Si lo hubiera, por favor, que se ponga en contacto conmigo.
(No lo pregunto por que necesite que me absuelvan. Es tan solo que me encantaría saber por qué llevan tantos botones en la sotana, existiendo las cremalleras. Y también que me explique que pasa si le pones casera al vino bendito.)

En fin, ahí os quedais.