La alegría de estar sola.

Vivimos por dos cosas elementales el miedo y el amor, todo lo que hacemos, pensamos, sentimos o dejamos de hacer es por estos dos conceptos, miedo o amor cuando logramos librarnos de estas emociones entramos en un estado mayor que en psicología no sé como le llamarán (ni me interesa) solo se que un sentimiento imposible de explicar que se adapta a ti y te hace entrar en una especie de reconstrucción mental.

Es exactamente lo que me ocurre en este momento, es esa paz que me hace respirar hondo y escribir por el placer de hacerlo. Es cruzarte de piernas con actitud altanera y decir que feliz soy.

Hoy me siento sola pero no como sinónimo de tristeza, hoy me siento sola y plena, hoy brindo por mi y por mi, con esta copa de bebida cola y mis ganas de seguir. Ojala el mundo comprendiera que la soledad no es verdugo, que la soledad deja que la disfruten y se niega a crear lagrimas de orígenes pasados.


El brindis por la humanidad, la comida que deberías compartir, esa mesa con cuatro sillas y las mil servilletas que te observan deberian recordarte que estás sola, pero cuando entras en las cuentas de que tu compañía es tu alma y tus interlocutores son tus voces, te relajas y piensas en la alegría de estar sola.

Hacerse amiga de la soledad y sentirte a gusto en ella es un juego difícil pero placentero, más cuando la falta de compañía la han estigmatizado por tantos y tantos años con alusiones escalofriantes y detalles de los que mejor ni hablar.

La alegría de estar sola, tal vez el mejor título desde hace mucho tiempo.

PAULA