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Una dama,
sentada en lo suave de su silla,
espera mi término para saber mi estado profundo
y para lograr llegar,
sin obstaculos ni orcos,
a mi cardio fundado de placeres,
poesía y un poco de licores claros.
Ella,
(Andrea o la que sea)
espera que mi locura
sea menos audaz que su lucidez
y que mi astucia se arrodille a sus cuestiones,
a sus miradas inagotables
de duda y de ave nocturna;
buho,
lechuza
o pupila en vino sumergida
para la nocturna
disfrutar en vuelos tardios
y gritos aciagos.
Te comparo con el trino
de la noche y con el silencio del desierto amarillo.
Te alcanzo (creo yo) mientras lees esto
y sabes que nos estas muerta
y menos que andas viva.
¿Te acuerdas,
doctora del alma
y médica del subjetivismo,
de tus odas en el alba
en que no supiste si tu mente fue la culpable
o la inocente?
¿Evocas aún,
mujer desconocida,
aquellos ensueños que en tus sueños
me lanzaste como espístola cósmica
para que yo supiera que sentías,
que vivías,
que existías?
....Una dama,
sentada en lo arduo de su piel suave-profunda-,
sabe que tiene un loco que busca entrar en sus carnes tristes
y que con su mirada pregunta
por el mundo
que ni ella misma haya.
Ese que se sumerge en las sábanas
de un viernes rosado o grisáceo
y en los fondos de copas
de la tarde de ese mismo día.
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Texto agregado el 14-11-2006, y leído por 98
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