Esta historia es real. O por lo menos la razón por la que escribo esto es real. No es la gran cosa, ni nada por el estilo pero es verdad. Bueno lo que pasa es que en la casa de mi vecino, generalmente, su techo esta lleno de palomas. Si, palomas. Esos pajarracos que están volando siempre en la costanera y que cuando vuelan encima tuyo te hacen recordar, de manera bastante asquerosa, que existen y tienen un sistema digestivo.
Pues bien esas mismas están siempre posadas en el techo de la casa de mi vecino. Al principio no les tome mucha atención pero después empecé a sospechar. Primero pensé que era porque, tal vez, mi vecino era de esas personas que no comen carne y que ni siquiera el olor les atrae, pero después pensé que no tenia nada que ver porque a esos pajarracos no se los come ni el mas desesperado. Después pensé que podía ser porque este les daba pedazos de pan, pero esa teoría también descartada cuando vi a mi vecino salir iracundo de su casa y sacarle la madre al baile a las pobres palomas, cuando las vio, para terminar murmurando que cualquiera de esos días se iba a comprar un rifle para matar a esos pájaros. Durante ese tiempo el techo se siguió llenando de palomas y sus “cagadas” estaban esparcidas de manera bastante artística y armónica por todo el techo de su casa. Algunas veces de puro aburrido me ponía a ver que tipo de figuras formaban los puntos que eran los mojones. Pasó el tiempo y empecé a pensar que tal vez lo que ocurría era que la casa de mi vecino estaba plagada de ratones. “Si -pensé- debe ser eso lo que pasa”. Todo cuadraba perfectamente al principio ya que en esa casa había una bodega abandonada pero después se interpuso un factor no tomado en cuenta. Mi vecino tenia un perro. Para ser mas exacto un San Bernardo. Y ni el ratón mas ingenuo o valiente se atrevería a acercarse a una casa con un perro de ese tamaño. Me imaginaba a un pobre ratón que acababa de perder a su familia, culpa de un ratonera y dos pedazos de queso envenenados, buscando nuevos horizontes y comenzar una nueva vida, entrando a la bodega. Iba a estar empezando a sentirse mejor cuando de la nada iba a salir ese perro que mas parecía caballo por el porte. El pobre ratón se iba a morir de un “shock” en ese mismo momento. Así que la teoría de los ratones también fue olvidada. Pero de a poco el tema se fue apoderando de mi mente. En el colegio, cuando estaba aburrido me ponía a pensar en las palomas. También cuando estaba con mis amigos y nos quedábamos callados mucho rato o la conversación se tornaba aburrida. ¡La cosa llegó a tal punto que un día estaba con la Diana y de la nada empecé a pensar en esos pájaros desgraciados! Después de eso y de que una vez contestara “palomas” a una amiga que me preguntó la hora pensé que tenía dos opciones. O buscaba un sicólogo/a (conozco a una bastante buena) o descubría de una vez que era lo que realmente buscaban esas palomas. Y un día creí descubrirlo. Debe ser algo que está muerto.- pensé- algo que se está pudriendo. Y después de formulada esa teoría mi mente dejó de funcionar normalmente, para empezar a armar la historia. Mi vecino era un sicópata que le daba sus victimas a su perro, pero a este le había quedado gustando el ratón de mi anterior teoría y se negaba a comer humanos por que eran muy desabridos y sus corazones sabían demasiado amargos. Y por eso ahora mi vecino escondía los cadáveres en la bodega. Todo para que nadie se diera cuenta que su perro le gustaban los ratones, o tal vez para que nadie se diera cuenta de que era un sicópata. Así que un día de noche decidí dirigirme a su casa y enfrentar la verdad revisando la bodega. Me preparé para lo peor. Llevaba una cortapluma para defenderme, mi celular para llamar a los pacos si mi teoría era verdad y por ultimo un pan por si me daba hambre al ver tanta carne, aunque lo dudaba. Crucé con mucho sigilo el cerco que separaba mi casa de la de mi vecino y me adentré en el patio. No se veía mucho que digamos, (era de noche) pero eso era bueno para mi, porque me salvaba de ser visto por mi vecino. Cuando llegué a la bodega, suspire preparándome para ver un acto criminal que iba contra la vida misma. Estaba seguro que si abría esa puerta me metería a una escalera al infierno mismo. Abrí lentamente la puerta. ¡¡HORROR!!- pensé al entrar- Nada ni nadie me podrían haber preparado para lo que tenia enfrente mió. ¡Que barbarie mas grande! ¡Hasta el propio Lucifer temblaría de miedo si viera lo que yo veía! La mas increíble y espantosa escena jamás imaginada. Era horrible, era terrible, era... una bodega normal. Silencio dentro y fuera de mi. Era todo una gran equivocación. Mi teoría estaba errada. Era imposible que un San Bernardo de ese porte hiciera asco a alguna comida. Y por eso cuando escuche los pasos del perro, acercándose a mi, creí que había llegado la hora de ir a hincharle las pelotas a San Pedro. Pero igual corrí como alma que lleva el diablo hacia el cerco y de un salto ya estaba en mi casa. Y están muy equivocados si creen que me quede viendo si el San Bernardo intentaba saltar el cerco. Me metí en mi casa y me quede dormido después de auto criticarme tan estúpida idea durante unos minutos y al otro día ya no importaba. Y esa es la historia. Las palomas siguen llegando, pero ya no quiero saber porque. Prefiero seguir ignorándolo. ¿Se imaginan lo que hubiera ocurrido si realmente hubiera habido un cadáver en la bodega? Lo mas probable es que ya ni siquiera escribiría. Estaría en un lindo manicomnio con gente toda de blanco y recordando todo el tiempo el incidente. Prefiero seguir así. La ignorancia hace la felicidad dicen por ahí. Pues bien, yo quiero ser feliz por ahora....