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Triste
y bajo la corona de la locura-luna
estaba tu cuerpo lanzado en las orillas del silencio
y cambiante como la luz del mengüante
y las aguas del piélago de agosto
andaba tu rostro pálido y navegante.
La princesa,
como muchos le llaman,
apenas estaba acariciando su nostalgia
con la fuerza que le pudiera entregar
una lágrima espeza e invisible,
toda una fuerza magullada y soportada en el reino
de las intensiones vagas de pétalos
y fecundas de éter.
Princesa para amantes
y ésta para sus odas y espadas,
para sus caminatas y flechas espigadas
de rabia y tinta de sonetos trino.
Princesa,
en medio del coraje de toda tu fatalidad
está una mariposa brotando del cardio
aposado en tu pecho
y benigno de tus placeres;
víctima de los ocazos
en los que decidiste dejar tu traje de gala
para embeberte en pieles de tigreza loca
y águila descalza.
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Texto agregado el 14-11-2006, y leído por 106
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