A veces se muere el amor,
como un soplo no se encuentra en la tierra
o las semillas no crecen por sinceridad
del rocío matutino y su sembrador.

A veces se retuercen los silencios,
el aire se hace más fresco,
aligerado de sudores, blasfemias,
chirridos nacidos de los ojos.

Como si compusieran los cedros melancolía
y se marchitaran las emociones,
se ahogaran en el aire,
ardiendo sobre maleza.

Como si retumbara el infinito sin saber por qué,
quizá huyendo o quizá viniendo con amarras
hacia los cielos que no florecen.

A veces se muere el amor,
como una hoja de tinta o una
ilusión en la flor del cementerio.

A veces se muere y nosotros quedamos vivos,
como lamentando no haber muerto con su tregua.