Como me pierdo entre el tráfico de la ciudad y el ruido, ese ruido que me impide recordar tu murmullo, tu aliento en mi oido mientras vibrabas dentro mío y te resbalabas tibio. Por la ventana el sol, los campos verdes con flores amarillas y al fondo el mar nos enviaba una suave y fría brisa.
Insististe con más fuerza, me acomodé, totalmente de espaldas, receptiva. Otra vez di gracias, el universo entero se me venía encima. Tus manos, tus dedos en mis pezones acariciando, apretando, me succionaste, me mordiste con suavidad. En un rato te volviste loco de velocidad, de apretarme, se desgarró la blusa que todavía traía puesta y jugaste con tu lengua a lamerme a través de la rotura. Me miraste coqueto, hace rato no lo hacías ( así estabas de ensimismado) y te sonreíste. Era un ir y venir sin apresurarse, sin ir a ninguna parte, dejé colgar mis brazo al suelo y saqué con el dedo helado de limón. También probaste y me preguntaste atento si tenía hambre, yo cocino declaraste.
- Algo de verduras te dije abotonando mi blusa e inpeccionando el daño.
Vestido me diste un beso largo y hermoso.
Salimos de la cabaña abrazados. |