El Fruto de la Ignorancia

Después de toda una vida de estudio, de ecuaciones, de resolver y de pensar, de idas y vueltas, Evo descubrió a dios. Las pruebas de la existencia del creador estaban finalmente escondidas dentro de las partículas / ondas que componen los quarks, los que a su vez componen a los átomos.

Evo se guardó su descubrimiento hasta estudiarlo un poco más. No estaba seguro de cómo el mundo recibiría la noticia. Primero debía avanzar un poco y tratar de comunicarse con el ser de seres, de saber un poco más acerca de él, de nosotros, de nuestra existencia. ¿Era él el indicado para hacer de nexo entre el creador y las creaciones? El destino lo había colocado en esa situación, y no le quedaba otro camino. Aunque no lo deseaba, él jugaría ese papel y lo haría de la mejor forma posible, planificaría cuidadosamente cada movida, usaría el método científico para poder confiar en sus resultados.

Los primeros momentos luego del descubrimiento, Evo los dedicó a resolver la forma de comunicación con dios. Como antes se los mencionamos, dios está dentro de los quarks; es decir, dentro de los átomos. Ahí estaba el gran descubrimiento, cada quark contiene a dios, pero el único dios está en todos los quarks del universo al mismo tiempo. Cada átomo contiene entonces millones de puertas de comunicación hacia el creador. Hasta ahí todo marchaba bien, el problema era que Evo no podía sólo tender un cable desde un quark hasta un aparato de comunicación.

La solución fue algo más compleja, pero igual de efectiva. Evo uso un haz de quarks de frecuencia variable para bombardear directamente un quark dentro de un átomo de Hidrógeno. Los quarks rebotaban en el destino y eran devueltos con otras frecuencias. Las frecuencias de ida y de vuelta, después del rebote, contenían moduladas palabras en español. Así es como Evo descubrió la forma de conversar con dios. Casi tan simple (en uno de sus extremos) como el viejo invento del señor Bell, y tan complejo en el otro extremo como el mismísimo creador del universo.

Evo repasó mentalmente los hechos. Estaba seguro de la existencia de dios dentro de cada quark y ya sabía como comunicarse con él. Sólo le faltaba decidir qué conversaría con el creador. Imaginen señores lectores que tienen a dios al frente y pueden conversar con él de cualquier tema que deseen. ¿Por dónde partirían? ¿Haciendo preguntas? Evo pensaba igual que ustedes, él deseaba tener las respuestas a las clásicas preguntas de nuestra historia, aquellas que sólo quienes se hacen llamar filósofos se atreven a explorar. Al poco tiempo de reflexionar acerca de esos temas, nuestro científico se dio cuenta que en una conversación con el creador habría preguntas de ida y, seguramente, también preguntas de vuelta. ¿Estaba él preparado para contestar las preguntas que el creador le haría? ¿Qué clase de preguntas podría hacerle el creador a la criatura creada?

La conciencia de Evo estaba tranquila, él nunca fue un fanático religioso, pero siempre, en el fondo de su conciencia, creyó en la existencia de dios, y tan seguro estaba de eso, que dedicó más de la mitad de su vida a su búsqueda. Perfecto, estaba preparado y se sentía seguro de lo que estaba haciendo. Había esperado mucho tiempo por este momento y no creía poder aguantar ni una hora más. Evo se colocó el aparato de comunicación en su oído y acomodó el micrófono junto a su boca. Todo estaba listo para comenzar.

¿Cómo se comienza una conversación con dios? ¿Qué se puede decir? “¿Aló, hay alguien ahí?” Mientras Evo pensaba en qué decir primero, una voz grave pero dulce al mismo tiempo sonó en su oído. “Evo, te estaba esperando”.

Evo conversó durante largas horas con el creador. Después de varios días de seguir esta rutina, nos atrevemos a afirmar que nuestro científico se transformó en el hombre más sabio sobre nuestro planeta, y no podría haber sido de otra forma, ya que estaba en línea directa con el inventor de las preguntas, no sólo de las respuestas.

Como seguramente ustedes ya se lo habrán imaginado señores lectores, dios ya conocía los hechos que ocurrirían, y quizá fue él mismo quien dirigió los acontecimientos hasta el estado al que llegaron. ¿Qué estaba planeando nuestro creador? Dios había decidido hacer las paces con la humanidad, consideró que la deuda contraída por el pecado original, la codicia humana por el conocimiento, la maldad que llevó a nuestros primeros ancestros a probar el fruto prohibido, ya estaba saldada. Que los milenios de sufrimientos que nuestra raza había debido soportar eran suficiente castigo para considerar pagada la primera deuda.

Ofreció entonces dios a Evo el fruto de la ignorancia. Aquél que nos devolvería al Jardín del Edén, aquel camino que nos llevaría a la liberación de todos los males y de todos los sufrimientos, el único precio era la ignorancia. Renunciar al conocimiento, a las artes, a todo aquello que nos acerca al creador.

No sé si dios esperaba esa respuesta, probablemente si, y probablemente todo forma parte de un plan superior, un plan maestro del que nosotros formamos parte y que nunca podremos comprender. Sea cual sea ese plan, la respuesta de Evo fue simple y casi obvia. Después de todos los años invertidos en estudiar, en reflexionar, en crear, él no estaba dispuesto a ser un ignorante feliz. La raza humana tiene sufrimientos, pensaba él, pero las alegrías del arte y el conocimiento son muy superiores a una ignorancia feliz.

Fue ese el momento en que Evo apagó su aparato de comunicación, destruyó todos sus inventos de los últimos años, destruyó sus archivos y se decidió a dedicar su vida a escribir poesía. Después de todo, él era el hombre más sabio del mundo y podía darse ese placer.