He caminado estas calles unas seiscientas veces en el último año. Soy “Tuerca”… ¡no!, no me dicen así porque me gusten los autos, ¡al contrario!, mi dueño, don Francisco, el viejito que me lleva de aquí para allá todos los días, me llamó así cuando una vez, empezando una salida se soltó la tuerca que agarra una de las ruedas del carro de don Francisco, ¡bueno… de mi carro!, ¡después de todo soy yo el que tira de él todo el día!, y me puse a olfatearla, lo que mi dueño interpretó como un intento de ingerirla, e hizo que rápidamente me la quitara de la nariz, no sin antes acusarme durante más de cuarenta minutos de que si me comía su tuerca tendríamos que dejar el carro tirado hasta el otro día que pudiéramos reponer la pieza, y que por lo tanto nos iban a “afanar” toda la carga que llevábamos. ¡Por Dios las cosas que me hace llevar don Pancho! ¡Hasta heladeras me ha hecho acarrear el muy cretino! y después a la noche lo tengo que escuchar como se le queja a doña Matilda, su señora, de que le duele la espalda de trabajar todo el día, ¿que tengo para decir yo entonces? mi lomo no soporta más las cargas que tengo que llevar, mis patas están chuecas y me duelen por todos lados de los pozos y cráteres que tengo que pisar cuando vamos buscando algo para levantar. Encima tengo que soportar a los perros ineptos que me vienen a ladrar enloquecidamente como si yo les fuera a tirar el carro encima. ¡El Mejor Amigo del Hombre!, ¡vamos, por favor! ¿Entonces nosotros que somos? ¡El Hijo nunca Reconocido del Hombre!, gracias si apenas ligamos de vez en cuando algún monumento, ¡por supuesto, con un superhéroe montado sobre nosotros!
Francamente estoy cansado, dentro de poco voy a cumplir 22 años, y estoy muy cansado, he tenido una vida dura, don Pancho me compró cuando tenía cuatro años y desde ese día estoy acarreando cosas de acá para allá. Extraño mi Santa Fe de la infancia, cuando trotaba en el campo junto con mis hermanos. Mi dueño también está viejo y cansado, yo quisiera decirle que nos vayamos al campo, él también es de Santa Fe, pero no se como hacerme entender, si me ajito mucho, él cree que me dio un ataque y enseguida llama al veterinario que viene con una jeringa que me deja el anca petrificada y ¡no puedo caminar durante una hora!.

Bueno… aquí vamos de vuelta, voy a tener que dejarte, ahí vuelve don Pancho… ¡mi Dios!... trae con otros dos hombres…
¡Un aire acondicionado!... ¡que este día termine rápido, por favor!.