Historia de un Escritor o Cómo Escribir el Escribir
Martín creía que para poder escribir acerca de una historia, él debía haber vivido alguna experiencia similar, haber visto, haber sentido, haber gozado y haber sufrido lo mismo que los personajes sobre quienes escribiría. Esta vez Martín deseaba escribir sobre las aventuras que le ocurrirían a un grupo de jóvenes que decidían partir en una expedición hacia una montaña desconocida. Consultó libros, compró un mapa y el equipamiento necesario, y emprendió su aventura de adquisición de experiencias, para luego escribir fielmente sobre ellas.
Majestuosa e imponente se veía aquella montaña desde sus faldas. Pequeño e insignificante se sentía nuestro protagonista, observando desde abajo y planificando una ruta que le permitiese alcanzar la cumbre. Las primeras horas de ascensión fueron relativamente fáciles. El estado físico de nuestro protagonista le permitió moverse con soltura y tener que soportar sólo un par de calambres en sus piernas de escritor.
La segunda mitad del ascenso fue mucho más difícil para un aventurero sin experiencia como montañista. Cuando estaba cerca de llegar a la cumbre, sufrió una caída desde una altura de dos metros que le causó una fractura en su pierna izquierda. Estaba solo, adolorido, desesperado y deseando que nunca se le hubiese ocurrido escribir sobre montañismo. En ese punto, Martín se encontró con su primera difícil decisión: continuaría los pocos metros que le faltaban para alcanzar la cumbre o desertaría e intentaría el descenso antes que sus heridas empeoraran. Si no alcanzaba la cumbre, Martín creía que el viaje sería en vano, que no tendría el material suficiente para su novela. Tenía que hacerlo, a pesar del dolor que sentía, debía alcanzar esa cumbre. Se concentró y dirigió todos sus pensamientos a alcanzar esa cima.
Le tomó cuatro horas llegar, pero finalmente lo consiguió, justo en el momento en que anochecía. Martín estaba preparado para acampar una noche en la montaña, pero pensaba hacerlo cuando fuera descendiendo, en una de sus laderas y protegido del viento. Se preparó como pudo, descendió hasta que la oscuridad y el dolor se lo impidieron, y se aprestó a pasar una de las peores noches de su vida. Los sonidos nocturnos del viento y de los animales le impidieron conciliar el sueño. Martín se conformaba pensando que el terror que sentía en esos momentos era un material perfecto para su futura novela, y sólo gracias a ese pensamiento consolador, es que logró soportar hasta el amanecer.
Junto a los primeros rayos de sol, nuestro protagonista sintió alivio y felicidad por haber conseguido conquistar esa cumbre. El dolor había disminuido y tenía todo el día para bajar tranquilamente por las faldas de la montaña y hacia la seguridad del mundo civilizado, de su silla favorita y de su teclado de escritor. Mientras Martín bajaba, las ideas revoloteaban en su cabeza, tejiendo la trama de su futura historia. Habría accidentes, habría logros, habría fracasos, habría miedos, alivios y alegrías. Habría conquistas.
Esa noche Martín se acostó muy cansado, pero muy satisfecho. Durante sus sueños continuó jugando con las ideas que darían forma a su novela. Al levantarse temprano por la mañana, él ya sabía exactamente cómo comenzar su novela. Preparó su café, acomodó su silla favorita frente a la pantalla y comenzó:
”Majestuosa e imponente se veía aquella montaña desde sus faldas. Pequeños e insignificantes se sentían nuestros protagonistas, observando desde abajo y planificando una ruta que les permitiese alcanzar la cumbre ...”
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Alberto creía que para poder escribir acerca de una historia, él debía haber vivido alguna experiencia similar. Cuando terminó de escribir el cuento acerca de Martín, él ya se sabía capaz de escribir, lo que le permitiría crear una novela acerca de un escritor. Así es como Alberto comenzó a escribir su última novela, la que trataría sobre el escritor Tomás. Se sentó tranquilamente frente a la pantalla y comenzó a escribir:
“Tomás creía que para poder escribir acerca de una historia, él debía haber vivido alguna experiencia similar, haber visto, haber sentido, haber gozado y haber sufrido lo mismo que los personajes sobre quienes escribiría...”
Jota |