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Existo

Y te contaré una historia que mis antepasados han preferido callar, hoy renuncio a mi pacto y mis palabras corromperán la tradición que debió ser mantenida hasta el final de los tiempos, hoy he decidido traicionar la esencia de mi sangre por salvar la tuya...

Solo era una niña de 10 años, vacacionaba con mi abuelo, mi única familia, fuimos a un bosque todo era nuevo para mi, los árboles hermosamente tétricos en la oscuridad ambientaban nuestra caminata por un sendero tortuoso y junto con el murmurar del viento que entrelazaba las hojas de los árboles caídos llegó a mis oídos la voz de mi abuelo que me dijo:

-No vallas por los caminos que se te asemejen al averno, pues si de verdad quieres encontrarlo este en realidad se convertirá. Pero inevitable es confundirse en la mentira, aquel camino que se te asemeja al paraíso de la felicidad, éste puede llevarte al mismo abismo, mas tu eres parte de él, lo tienes dentro de ti ese tu poder, la esencia de tu sangre. Pero como utilizarlo, te estarás preguntando, pues bien solo debes saber a quien dirigirlo.

No podía comprender lo que me decía ¿Es que acaso heredé el abismo de maldad, puede que haya nacido con tal poder?. La confusión nubla mis palabras y le pregunté:

-¿Que quieres decir, no te entiendo?-

Con fuego en los ojos me respondió:

-Muchas almas hieren y otras sufren, el deber con tu ascendencia es jurar bajo el poder de tu sangre el hacer justicia, tienes que luchar..-

Mi abuelo se agachó y quito unas ramas que se encontraban en el suelo, un aroma putrefacto envenenó mi mente, mas su voz dulce calmó mi estupor y me dijo:

-Ya haz crecido es hora de que cumplas con la tradición, lo secretos se te están revelando, ven toma mi mano, no te haré daño-

Descendía por aquel pasadizo oculto en la inmensidad del bosque, las paredes llenas de hedor a tierra carcomida por la antigüedad de la cueva, podía respirar pero el agobio descendía por mi aliento, solo las palabras de mi abuelo me guiaban por tan inmundo camino, el brutal silencio ensordeció mi valentía, todo cayó y el eco de unas gotas a lo lejos me hicieron temer, seguía caminando guiándome por aquel sonido un frío en mis pies interrumpió mis pasos, era un líquido espeso que subía por mi cuerpo, grito pidiendo ayuda, esta agua es cada vez más profunda, me ahogo, grito pidiendo ayuda, pero el eco de mi voz se pierde en el abismo que me rodea, me hundo cada ves más, este espesor alcanzó mis labios, ¿este será mi último aliento?....

-Hija mía, despierta-



Pude abrir los ojos y ver el rostro de mi abuelo, quise hablarle pero mi boca no me respondía y mis manos, que les pasará a mis manos, que alivio si las podía mover, toqué con ellas mis labios y el espanto carcomió mi desesperación, abrí los ojos y la vi, era sangre espesa en mi boca. Mi abuelo como si leyera mis pensamientos me dijo:

- No te asustes, esta sangre no es tuya, sino que mía y de todos tus antepasados, que sufrimos por el exterminio de nuestra raza, porque nos llamaron herejes, nos dijeron falsos, asesinos y más de una vez esto fue cierto, pero nadie lo entendía como nosotros, tu lo entiendes, que lleva contigo el poder de la sangre que arde en deseos de justicia, que ni el mismo averno se ha atrevido a arrebatárnoslo, pues nosotros formamos parte del mismo-

Mis ojos no pudieron ocultar la sorpresa y fui mas fuerte que la espesa sangre y como grito desgarrador en las tinieblas vociferé:

-¡¿Qué dices?!

Mi abuelo perplejo porque pudiese hablar me dijo:

-¡Es tu destino, es el poder que se te ha transferido, es el momento de asumir tu misión en esta tierra, justicia con tus propias manos de verdad!-

El eco de su voz corroía lentamente cada recuerdo de mi infancia, confundida en medio de sus palabras, esta no puede ser mi vida, soy mas que ese poder podrido en odio del que me hablaba..

-¡Estás mintiendo, aléjate de mí!-

Le grité en la cara y ya no pude soportarlo, ver ese odio en sus ojos añoraba venganza por el daño que le infringieron, no puedo, su vida no es la mía, solo corrí con la esperanza de no volver a verlo jamás

Ahora me encuentro perdida caminado en la soledad de la noche, a la deriva como volando entre la hermosura de la naturaleza, pero el tiempo se transformaba en mi enemigo, las noches nublaban mi razón y solo quería volver, para encontrarme con mi protector, pero yo era más fuerte, podía soportar el hambre, las lágrimas, la desesperación....todo por no volver a ver esos ojos, había amanecido y miré el sol, me propuse alcanzarlo, estar junto a él al mediodía en la cima de la montaña y la belleza de la luz me hará cerrar los ojos para purificar mi alma y liberarme del poder de mi sangre, esa cadena que me ataron.

Nada me importó, me mantenía con vida mi joven esperanza de ser libre, escalando a veces el camino se me hacía interminable, entonces tenía mas fuerza, pero las piedras de pronto se hacían mi brutal enemigo y me preguntaban si consideraba correcto el abandonar a un pobre anciano, entonces, derramé una lágrima por el recuerdo difuso, pero el canto de los pájaros me dieron a entender que las piedras estaban equivocadas, la naturaleza me animaba cada segundo con su aliento puro, pero la noche me hacía temer con el angustioso aullar de los lobos, su eco estremecía mi esperanza, opté por dormir, para callar el miedo y refugiarme en los árboles que me daban fuerzas para continuar mi lucha.

Mis días eran así, hasta que la esperanza me dio la razón de lo posible, estaba allí, eran casi las doce y el sol se ponía en lo más alto de la montaña, yo estaba con los ojos abiertos y no flaquee jamás ante su resplandor, corrí a su encuentro, extendí mis brazos y cerré los ojos, sentí el calor y el respirar me dio paz, pero una mano fría tocó mis cálidos dedos, abrí los ojos y lo vi, el rostro de mi abuelo aquel que me decía que era mío su sufrimiento, el hombre que me dijo que debía hacer mía su venganza, le dije:

-Debes irte y no volver a mi vida-

Con risa irónica me respondió:

-Debes aceptar tu destino-

-No!-

Le negué con la mayor de las fuerzas, quite mi mano y retrocedí y me descuido me hizo caer de lo mas alto, descendí de aquella cima, cada segundo que pasaba iba perdiendo la conciencia, mi cabeza se azotaba contra aquella tierra llena de piedras y de aromas, creí entonces dar mi último respiro...

Escuché una voz, que me dijo que era mas fuerte, quizás era mi madre que iba a su encuentro, tan cálida la sentí. Le dije que yo no quería cargar con el abismo, con el poder de justicia que derramaba sangre de venganza, no quería con lágrimas le hablé, entonces ella me extendió su mano, sin temor extendí la mía y aferrándome a la vida y no al cuerpo, mi alma voló junto a la luz y su esplendor.

Desde ese momento hoy sólo te cuido a lo lejos a veces quizás me sientas, más no te preocupes yo simplemente existo...

Texto agregado el 11-11-2006, y leído por 116 visitantes. (3 votos)


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