II
Según la teoría del malasiano, el dinero contante y sonante, es decir el papel billete y sus divisiones metálicas, las monedas, al circular de mano en mano acumulaban bacterias y microbios humanos que, en contacto con el papel y la tinta, y según las condiciones medio ambientales en que se encontraran, mudaban rápidamente y se tornaban en epidemia para los seres humanos.-
En base a esta teoría pudo explicar, ayudado por la expansión monetaria desarrollada como consecuencia de la globalización, la mortandad ocurrida en Etiopía en los años ochenta y la de Rhuanda, y otras mas que en su momento la prensa, mal informada, había calificado de hambrunas.
Cuando su teoría se refería a la circulación manual del billete monetario en condiciones normales y entre gente normal, presentaba aristas discutibles, porque no resulta fácil de aceptar que el dinero que se toma con la mano, se guarda en un bolsillo o en una billetera (o cartera en caso de las señoras) y luego se toma para entregarlo a otra persona a cambio de un producto o servicio, pudiera, cualesquiera que fueran las condiciones medioambientales en que se encontraran tales personas, servir de, digámoslo así, caldo de cultivo a bacterias y microbios.-
Pero cuando el dignísimo profesor oriundo de Malasia, se refería a la circulación manual del billete monetario en determinados sectores sociales, sus afirmaciones resultaban contundentes, máxime la cantidad de probanzas que arrimaba a estos casos especiales, probanzas que, él mismo afirmaba y sostenía, las había logrado tras largas jornadas de recolección de datos en forma personal.
Por ejemplo, y solo para citar dos ejemplos de estos casos extremos, uno no podía menos que alegrarse del retiro de la masa del circulante monetario, cuando leía el circuito que el papel moneda tenía en manos de las prostitutas y de sus clientes.-
Afirmaba Metalar, y así lo evidenciaba con estadísticas abrumadoras, que el dinero que recibían estas trabajadoras sexuales, todas ellas rigurosamente registradas y con sus aportes sociales y previsionales al día, antes de llegar a sus manos generalmente reposaba en el bolsillo del pantalón del circunstancial cliente, y que este, a fin de acrecentar su libido solía sobarlo con su mano, derecha si era diestro o izquierda si era siniestro, apretándolo contra su pierna en el mejor de los caso o directamente contra su miembro en los tramos finales de la excitación imaginativa.-
Obviamente, esta friega, por mas que hubiese la tela del bolsillo de por medio, producía un aumento de la temperatura corporal del susodicho cliente y, como consecuencia de ella, la sudoración de las glándulas, la que directamente se adhería al papel moneda contaminándolo.-
Cuando la profesional de las artes amatorias, y según la escuela del instituto en que había recibido su diplomatura, tomaba en sus manos el papel moneda, teniendo este un significado fálico para el potencial, aunque ya no tanto, cliente, lo deslizaba por su cuerpo poniéndolo en contacto directo con su epidermis y en casi la totalidad de los caso con su dermis y su endometrio y, porque no con sus canales expeledores y sus naturales secreciones.-
Esta friega, que de por si resultaba positiva para el aumento de los deseos sexuales del cliente, y estaba incluida en el pago de los servicios mas personales que venían a continuación, aumentaba inevitablemente la contaminación del papel moneda.-
Resumiendo, cuando ese dinero salía de las manos, es un decir, de la profesional amatoria e iba a parar a las manos de un tercero, su carga contaminante era tal que difícilmente este tercero pudiese escapar de la “contaminación monetaria” y sus días rápidamente se acercaban al ocaso, aumentando peligrosamente las estadísticas internacionales de este nuevo flagelo.-
El otro ejemplo, se refería al mundo de los bancos, con especial atención en aquellos sectores que tenían acceso a los depósitos bancarios de papel moneda, y el afamado investigador oriental, se explayaba en sus observaciones realizadas en Wall Street, la city londinense y en el sector bancario de Frankfurt.
Sostenía, y probaba, que quienes resultaban ser poseedores de las llaves o combinaciones que permitían la apertura de las bóvedas en las que estaban depositadas cantidades inconmensurable de papel moneda, como consecuencia de ese significado fálico que tal papel tenía, al cabo de muy corto tiempo de estar en contacto con él, desarrollaban el síndrome de “coitus monetarius” que los impulsaba a solo poder mantener relaciones sexuales sobre los susodichos billetes, resultando realmente impotentes fuera de estas circunstancias.
Eriza la piel el solo pensar el grado de contaminación que alcanzaban las masas monetarias al realizarse sobre ellas todas las contorciones imaginables de dos, o mas, cuerpos totalmente desnudos, y esto sin entrar en detalles sobre los fluidos que se les impregnaban y que eran la inevitable consecuencia de tales contorciones.
Permanecieran en las bóvedas los impregnados billetes corto o largo tiempo, siempre finalmente salían de allí hacia destinos inciertos, portando, ocultamente, los gérmenes de una pandemia, que rápidamente hubiera diezmado al mundo de no haberse acatado a tiempo las recomendaciones del foro de Davos.-
Cuando en el año dos mil seis, Corea del Norte realizó sus primeros ensayos nucleares el miedo se apoderó de la humanidad, creyéndose en las veras de una tercera guerra mundial, pero cuando en el dos mil diez, se desclasificaron los archivos secretos de Davos, y fundamentalmente se dio a conocer la teoría de Ralatem Metalar, fue el acabose.-
Esto llevó a que, vuelvo a repetirlo, salvo la aislada e irredenta Cuba, todos los demás países del mundo reemplazaran su papel moneda por tarjetas bancarias, de, cabe destacarlo, rápida aceptación planetaria, salvo una o dos excepciones, entre las que se encontraba la ya nombrada isla caribeña y, por supuesto, Darío Piermarini.-
|