Tres veces cantó
—Niño Manuel, éntrese a la casa que ya es tarde
—Ya madre, pero no es ni tan tarde – Puchas, mi mamá es más pesada –
—Señora deje tranquilo a ese niño, tiene que hacerse hombre.
—Mire usted, muy mi marido será, pero en la casa mando yo. Y esta tarde he visto en los hualles a un par de chonchones (buhos) y usted sabe que si canta tres veces habrá alguna desgracia.
—Misia Carmen, usted y sus superticiones… ¿Cómo se le ocurre augurar desgracias?
—¡ Ave María Purísima, buen dar con el hombre descreído, ya se va a arrepentir, lo voy ver pidiendo perdón a Diosito !
Manuel, ha cumplido catorce años, ha terminado su enseñanza básica, sus aspiraciones son seguir estudios medios de agricultura para lo que se siente capaz de realizar bien, fue un alumno aplicado y aventajado en la básica. Menor de seis hermanos los mayores quieren que estudie y entre los cinco harán los esfuerzos económicos para que Manuel pueda cumplir su sueño. Adolescente alto y moreno, cabello negro tieso al que le cuesta mantenerlo ordenado. De sonrisa fácil y franca, su mirada, segura en la que nunca se ve malicia, amigo leal. Ha asimilado las enseñanzas de su padre y recibido la cultura religiosa de la madre, bondadoso como toda su familia.
Ayuda a su padre en la explotación de la pequeña heredad, la que a fuerza de tanta división ha quedado reducida a solo tres hectáreas para sus padres, tres hectáreas de tierra de secano, por lo que apenas alcanza para cubrir las mínimas necesidades de los tres.
Sabe de la rotación que deben darle a lo que se coseche en la tierra, ha ido aprendiendo de la cultura vernácula campesina atesorada desde hace siglos, sabe que la luna acompaña al campesino, pero, quiere conocer la técnica que el hombre ha logrado crear y con todo ello mejorar la vida de todo su entorno.
—Hijo éntrese.
—Ya mami, lueguito.
—Niño Manuel, usted está puro dando tarascadas al aire, si la Jacinta no va a pasar ya, esta mañana pasó con su madre iban al pueblo a comprar algunas faltas.
—¿Y quén le dijo a usted que yo quiero ver a esa chiquilla flacuchenta? Ya me entro para la casa.
—Hijo, si veo los ojitos que coloca usted cuando la ve, si parece perro apaleado, éntrese si no van a regresar hoy, me lo dijo la Eduvigis, se quedarán en la casa de la hija mayor.
—Usted señora, mire la gracia que hizo, avergonzar al chiquillo, déjelo que crezca solo, él sabrá cuando le dice a la niña Jacinta que la quiere. Si me he dado cuenta, cuando veo que ella viene, miro para otro lado para que él hijo no se avergüence.
—Ya oiga, si es muy chico el niño para que ande buscando novia. Viejo ¿No ve que es el único que nos queda? Todos ya se casaron y fueron al pueblo o a la capital.
—Si, claro señora, se han ido y es justo lo hicieran, pero, usted se llega a colocar babero cuando vienen los nietos ¿O no? Ya vieja deje a Manuel que se entrará pronto.
Y cantó, se oyó clarito el canto del chuncho, y lo hizo tres veces – ¡Dios nos libre de todo mal! – Dice la doña de la casa, persignándose una y otra vez.
—Yo dije que era mejor que el niño Manuel estuviera dentro de la casa, yo sabía que el pájaro iba a cantar tres veces. Para colmo el cielo se nubló, hay nubes negras y grandes.
En media hora el cielo estaba totalmente cubierto, y se largó una lluvia muy fuerte y espesa.
—Ve usted, yo le dije que era un día raro, primero canta el pájaro ese y luego este aguacero.
—Doña cálmese, si no hay nada raro ¿Se acuerda? Hace tres días le dije que llovería, le dije que la luna nueva venía con los cachitos para arriba, le dije que la luna traía agua, el cielo nunca se equivoca.
Por ahí viene Manuel, hágase unas sopaipillas doña, yo se las frío.
—Si hombre, ya me coloco a amasar, pero le dije, cuídese usted, el canto del buho es de desgracia.
La lluvia fue tupida pero corta, el nuevo día llegó con cielo despejado y un sol abrasador, a media mañana se apersonó a la casa de Antonio (padre de Manuel) uno de sus hermanos, al momento de cruzar la cerca de alambre de púas pisa algo con punta y se clava un pie,
—Cresta. ¡Me pinché un pie con algo!
—Hermano fíjese por donde camina
—¿Qué se le ofrece hermanito, la familia cómo está?
—Que me preste la yunta de bueyes, que quiero salir de una sola vez, voy a arar el campo y quiero usar un solo día.
—Mañana se los presto, hoy los voy a ocupar y también voy yo con el Manolo y lo hacemos entre los tres.
—Gracias hermano, y con mi sobrino andará mejor la cosa, es bien despabilado en chiquillo que tienen ustedes. Enamorado anda, pero es todo un hombre.
Las cosas han de seguir el rumbo que han elegido, Andrés (Hermano de Antonio) cuando se llega a su casa ya casi de noche, se lava sus pies con agua tibia, revisa la planta del pie izquierdo, ve una pequeña picadura, no le presta atención ya que no sangró, al despertar en la mañana, siente un poco hinchado el pie, pero, lo normal en esos casos, desayuna y espera a la llegada de sus parientes que le llevan la otra yunta de bueyes, su mujer, ha matado un par de pollonas para hacer una cazuela para almorzar.
Andrés se nota incomodo a media mañana cojea algo, pero ha de acabar con el trabajo antes de mirar lo que ocurre, almuerzan en el mismo campo, debajo de un olmo se instalan todos, comentan la mañana, Andrés bromea a Manuel por las miradas que le ha visto dar a la niña Jacinta, el muchacho mira al cielo para ver si pasa algún pájaro.
Al terminar el trabajo, el pie está hinchado, lava el pie, y con una hoja de afeitar, corta, la sangre salta, lava con agua oxigenada y venda, duerme bien, pero a la mañana siguiente el pie está hinchado, no va a trabajar, se queda reparando los aperos sentado a la puerta de su casa. En la noche limpia la herida y coloca nuevamente agua oxigenada y yodo, la mañana lo encuentra con la pierna hinchada, por lo que sube al caballo y parte al policlínico, el practicante mira la herida, limpia, mueve la cabeza y le dice que está feo, llama al hospital base para que envíen una ambulancia, está tarda seis horas, allí limpian mejor, con mucha atención, cortan todo lo malo, le vacunan contra el tétano, le increpan por no haber ido antes ya que la pinchadura con alambres es mala. Le dejan internado y al día siguiente le envían a su casa con la recomendación de que no camine, además una serie de medicamentos.
—Yo decía, el Buho cantó tres veces, nadie me hizo caso y miren a mi cuñado ahora, véanlo como está.
—Vieja no sea usted también pájaro de mal agüero, con el chuncho basta, y mañana va a estar bien mi compadre Andrés, mil veces me ha pasado y aquí estoy vivito y coleando.
—Hijo.
—¿Qué mami?
—Vaya a preguntar como está su tío y llévele estas hierbas, es matico y llantén, mi comadre no tiene, ayer me dijo, unos te con esas hierbas le ayudarán a mejorar. Me le dice a su tía que a la tardecita voy a ir para que juntas le hagamos una manda al Sagrado Corazón.
La herida se puso negra, a la semana nuevamente llegó la ambulancia a buscar a Andrés, limpiaron la herida, pero, ya poco se podía hacer, hubo que amputar a la altura de la rodilla, hay pesar en la familia, pero Andrés toma con mucha calma, aparente si, para no asustar aún mas a su mujer e hijos. La hospitalización fue larga.
—En la noche nuevamente cantó tres veces el chuncho, la madre de Manuel se persignó, conversó nuevamente con su santo patrón, el Sagrado Corazón, le puso dos velas y pidió por su cuñado.
Las gangrena fue veloz, envenenó todo el cuerpo, poca explicación lógica del porqué de la rapidez con que avanzó la enfermedad, y de cómo en medio mes consumió a un hombre sano como lo era Andrés, a los quince días de hospitalizado su corazón no quiso seguir latiendo.
—No cantó por que sí el buho - Dijo para si, la madre de Manuel – encendiendo una vela a su santo y pidiendo por su familia y para que el pájaro se fuese del lugar.
Curiche
Noviembre 2006
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