Me acoste a dormir bien envenado por una rabia que pase ese dia. Cerre los ojos y unos moscardones gigantes empezaron a rondarme. Ahora que lo pienso tales moscardones deben haber sido remordimientos que sobrevolaban mi cabeza porque dije palabrotas, golpie la mesa y hasta mi llorada me eche. Despues, unas manos heladas me tocaron los pies y yo me acorde de la finada Carmencha que se murio hace tiempo y yo no le pague una platita que le debia. Que Carmencha ni que ocho cuartos. Las manos no eran manos sino la lengua lijosa y helada del quiltro Tomas, el perro de la casa que no se que fijacion tiene con mis callos. Enfurruñado como estaba, saque al animal de la pieza y le puse pestillo a la puerta no fuera cosa que el endemoniado tuviese llave. Alcance a poner la cabeza en la almuada cuando siento que me respiran helado en la cara. Benaiga, digo y prendo la luz mas asustado que ocho. Nada. Era un mosquito que parece que era el rey de los aleteadores porque echaba mas aire que las aspas de un helicoptero. Muerto el mosquito de un certero manotazo, me acoste de nuevo pero ya estaba desvelado asi que me sente en la cama, prendi la luz de la lampara y busque algo para leer. En un cajon del velador encontre un libro que se llamaba Cuentos de Fantsmas. Fijense la pomadita. como tengo alma de masoquista, abri el libro y me puse a leerlo con los pocos pelos que me quedan de punta. Estaba en lo mejor cuando siento una risotada que me helo la sangre. Me sobrepuse al miedo y me asome a la puerta. Nada. En tinieblas me dirigi al living comedor y cuando me iba a asomar a la ventana, siento que alguien me toca el hombro. El alarido de espanto que pegue fue caballuno, tanto que el gato que era quien se habia encaramado en mi espalda, se enfurruño y me rasguño la espalda. El contragolpe mio fue una patada que mando al felino a varios metros de distancia y mas encima cayo cerca del perro, harmandose una batahola de padre y señor mio. Caundo se calmo el asunto, me fui de nuevo a tratar de conciliar el sueño, me acoste y justo cuando me estaba adormeciendo, siento de nuevo la risotada. Me levante de un salto y me asome a la ventana justo cuando se asoma tambien el Pancho, un curadito que siempre anda en la calle a altas horas de la madrugada. El grito mio y el de el se juntaron para formar un duo de espanto.
Cuento corto, como dice mi nieto. A eso de las siete de la mañana y cuando estaba aclarando, mis ojos se cerraron y alcance a sentir que me levantaban en el aire y me sacaban por la ventana. Por supuesto que estaba soñando pero tenía tanto sueño que me di vuelta para el otro lado y dije buenas noches. Justo cuando sono la alarma del reloj. Noche perra.