El Carnaval de Castillo
Todos los pueblos del mundo tienen sus tradiciones, las que a través del tiempo van definiendo una cultura particular. Esta cultura termina siendo la identidad del pueblo y, en gran medida, la de todos sus habitantes. Mientras más apartado del resto de la civilización se ha desarrollado un pueblo, sus tradiciones pueden parecer más extrañas para el resto. Este es justamente el caso del pueblo en donde me crié, un lugar llamado Castillo.
¿Quién es el encargado de bautizar los lugares? En Castillo no hay nadie vivo que pueda contarnos el origen de este nombre, más aún, no creo que exista nadie entre los muertos que pudiera narrarnos alguna historia que nos explique por qué nuestro pueblo se llama así. Algunos habitantes todavía se dedican a buscar las ruinas del imaginario castillo que dio origen al nombre de nuestro pueblo, junto a todos los tesoros que en estas ruinas esperan encontrar. Yo dudo mucho que algún noble conquistador haya escogido estas tierras para edificar algo más que una casa para la servidumbre y los esclavos que trabajaban sus tierras, no es que esta tierra no me parezca lo suficientemente bella, es sólo que creo que uno tarda muchos años en saber reconocer esa belleza. Yo creo que la historia más probable es que alguno de los primero habitantes llamaba a su casa (seguramente tan humilde como todas las casas han sido siempre acá) “mi castillo” y luego sus hijos la llamaron así y luego construyeron otras casas vecinas y luego todo el barrio y finalmente todo el pueblo terminó llamándose así. He comentado esta versión con varios amigos del pueblo, pero nadie parece creerla y prefieren seguir pensando que algún noble o militar escogió nuestras tierras para edificar una gran fortaleza. Cuando las explicaciones se desarrollan en períodos muy largos (como mi explicación del origen del nombre de nuestro pueblo) son más difíciles de creer para la gente que vive rápido. Para ellos es más fácil creer que, en forma casi instantánea, una persona decidió levantar un castillo y ahí nació el nombre de nuestro pueblo. Si no me creen, sólo consideren cuanto tiempo le ha costado a Darwin convencernos acerca de nuestro largo camino evolutivo, desde un insignificante ser en el límite de lo vivo, hasta los seres más vivos y menos simples del planeta (cosa que aún no ha conseguido completamente).
Justamente con el tiempo y con las tradiciones tiene que ver la historia que estoy comenzando a narrarles. En Castillo ha existido desde siempre una tradición, la de realizar un carnaval. Nuestro carnaval es totalmente diferente a los de cualquier otro pueblo porque se celebra cada cien años. Si, están leyendo bien, cada cien años el pueblo se revoluciona en un carnaval que dura cinco días … y eso es todo lo que sabíamos acerca de esta tradición, ya que no quedaba nadie vivo con la suficiente memoria y cordura para contarnos acerca del último carnaval de Castillo.
Nuestro pueblo había crecido mucho en los últimos cien años, ahora éramos casi cinco mil habitantes, todo un desafío de coordinación en la preparación del carnaval. Logramos finalmente reunir a casi todos los habitantes (al menos un representante por familia) para comenzar con los preparativos de nuestra fiesta. La primera misión que encomendamos a todos los habitantes de Castillo fue la de recopilar toda la información que tuviesen sobre carnavales anteriores, ya que ni siquiera sabíamos qué se celebraba o conmemoraba.
Los carnavales de todos los lugares normales tienen un motivo, los que van desde la cosecha de las verduras más grandes hasta celebraciones religiosas y supersticiosas en conmemoración a los muertos. Nosotros no teníamos un motivo del carnaval, sólo sabíamos que debíamos mantener una tradición de muchos años por el bien de nuestro pueblo.
Dimos a los habitantes del pueblo un plazo de una semana para recopilar la información de carnavales anteriores y luego nos volvimos a reunir a analizar los resultados. Formamos una pequeña comisión a cargo de la coordinación del carnaval. Yo, que era el juez del pueblo, presidía al grupo en el que también participaban el alcalde, el párroco, el dueño del almacén principal y el comisario. Recibimos sólo tres indicios o pruebas de la existencia del carnaval, a pesar de que todos sabíamos a ciencia cierta que éste existía, y que siempre se había realizado.
La primera prueba del carnaval eran tres fotografías muy viejas y casi destruidas en las que aparecía un hombre mayor con un disfraz muy extraño: usaba un gran sombrero de copa de color claro, zapatos oscuros que terminaban en una gran punta, pantalones anchos y una camisa clara. Tenía además un cinturón ancho con una gran hebilla que parecía ser de oro. Recuerden que la fotografía no era en colores (sólo se reconocía sepia claro y sepia oscuro) y el tiempo había dejado marcas que dificultaban mucho el reconocimiento de los detalles.
En otra de las fotografías aparecía además una niña pequeña, de unos seis años, que vestía un disfraz con un par de alas en su espalda. La tercera fotografía era la más afectada por los años, y sólo se podían observar unas formas difusas, la de la niña de las alas y la de un hombre con sombrero puntiagudo y una larga barba blanca..
La segunda prueba de la historia del carnaval eran unas pocas anotaciones en un diario de vida que perteneció al abuelo de un habitante del pueblo. La anotación que más información nos entregó fue la que decía: “Hoy estuve todo el día preparando la carreta para que pareciera un castillo móvil real. Mi esposa terminó de coser la vestimenta de los caballos y el vestido de nuestra hija. Ella luce preciosa y estamos seguros que será la reina de Castillo durante los próximos cien años, y que posará junto a mi (con mi traje de mago) para el retrato del recuerdo”.
Toda una tarde estuvimos discutiendo ese párrafo, porque nos entregaba mucha información. Ya sabíamos que había un desfile de carretas adornadas de acuerdo a la historia (o creencias de la gente, según mi teoría) del pueblo y que se seleccionaba una reina desde un conjunto de candidatas.
La última prueba era viviente. Una anciana de más de cien años que aún recordaba algunos pasajes de su niñez. La avanzada edad de la anciana le había robado gran parte de su lucidez, pero en los momentos en que ésta volvía, ella solía recordar algunos eventos del carnaval.
Una semana estuvimos día y noche turnándonos y acompañando a la anciana en su lecho. Lo único que pudimos rescatar de esta vigilia fue la siguiente frase: “Deben mantenerlo vivo, deben mantener la magia que hace vivir a este pueblo”.
Cien años no parecían tanto tiempo como para que la gente olvidara las razones que hicieron nacer al carnaval, pero sólo contábamos con esas tres pruebas. Convocamos entonces al pueblo a una nueva reunión y les expusimos el resultado de nuestra investigación con todos los detalles. La decisión fue unánime: debíamos organizar el carnaval de todas formas, incluso usando los pocos hechos que conocíamos buscaríamos un motivo e inventaríamos las fiestas y pruebas que más nos gustaran a todos, haríamos un carnaval hecho a la medida de Castillo, organizado por la gente de nuestro pueblo para que lo disfrutara la gente de nuestro pueblo.
La idea me atrajo inmediatamente. Nosotros no necesitábamos de otras razones más que el querer celebrar que teníamos nuestro querido pueblo (aunque los forasteros no lo supieran apreciar) y que nos teníamos a nosotros los habitantes. Sólo como un juego, y basándonos en los disfraces de las fotos inventamos, todos juntos aportando ideas, la siguiente historia como fundamento del carnaval.
“Hace muchos años, cuando aún existía el castillo que le da el nombre a nuestro pueblo, arribaron a nuestras tierras unos extraños duendes con grandes sombreros de copa y comenzaron a robarse a los niños pequeños desde sus casas. El noble caballero que habitaba en el castillo contactó a los magos y hechiceras que vivían en las tierras cercanas y les ofreció preciosos tesoros a quien encontrara la forma de expulsar a los duendes y devolver la tranquilidad a nuestras tierras. Fue un reconocido mago de la época quien dio con la solución. Usando antiguos encantamientos trajo a este mundo a la reina de las hadas, quien fácilmente podría expulsar a los duendes haciendo uso de su magia blanca. Las hadas son seres extremadamente vanidosos y sólo pidió a cambio de su trabajo que se le organizara una fiesta en su nombre al retirarse el último de los duendes, y que esta fiesta se repitiera por siempre cada cien años, y que se crearan y recitaran versos acerca de su belleza. A los pocos días el trabajo de la reina de las hadas ya estaba listo, y la fiesta se prolongó por cinco días. El mago y la reina fueron paseados en las carrozas del caballero y todos los habitantes del pueblo creaban y recitaban poemas que resaltaban la hermosura de la reina de las hadas, con quien estaría por siempre agradecidos, y a quien dedicarían una fiesta cada cien años desde ese momento hasta el fin de los tiempos.”
El impacto que produjo esta historia fue increible. Los niños la disfrutaban más que nadie (aunque debo reconocer que vi muchos adultos que gozaban tanto como ellos). Usando como base esta historia que entre todos habíamos creado, las fotografías antiguas y las anotaciones del diario encontrado, determinamos que haríamos un festival de disfraces, una competencia de candidatas a reina de Castillo, un desfile de carros (permitiríamos tracción animal, humana, y de cualquier otro tipo) y una competencia de poemas a la belleza. Para que la competencia fuera justa dividimos el pueblo en cuatro sectores, cada uno de ellos con su propia candidata. El sector ganador de las competencias coronaría a su candidata como la Reina de Castillo para los próximos cien años.
Formamos comisiones para organizar cada una de las competencias y nosotros (la comisión investigadora original) seríamos los jueces. Todas las comisiones se organizaron para comenzar a trabajar tres meses antes de la fecha del carnaval.
El ambiente del pueblo cambió completamente desde el día de la última reunión. El aire estaba ya lleno de la alegría del carnaval y la gente comenzó a jugar con la historia de los duendes y la reina de las hadas. La alegría se respiraba en el aire y todos nos sentíamos más unidos que nunca y amábamos más aún a nuestro perdido pueblo del Castillo. Los cuatro sectores se dedicaron a construir disfraces y a preparar sus carros para pasear a sus magos y candidatas a reina. No hubo ningún problema entre habitantes de diferentes sectores, incluso cooperaban abiertamente entre ellos para que el carnaval resultara lo mejor posible.
Los cinco días del carnaval fueron quizá los mejores días de mi vida y creo que lo mismo le ocurrió a la mayor parte de los habitantes de Castillo. Todos nos sentíamos parte del carnaval y, al mismo tiempo, responsables de él, ya que entre todos lo habíamos inventado, desde su fundamento hasta su forma y competencias.
No estoy seguro quien fue la primera persona en dar una explicación a lo ocurrido. Creo que fue el dueño del almacén a quien se le ocurrió la idea y luego comenzamos a discutirla en grupos pequeños, y luego todo el pueblo estuvo de acuerdo en que era la verdad. El fundamento del carnaval de Castillo era justamente el no tener un fundamento definido, era obligar al pueblo a reinventarse cada cien años. Ahora entiendo perfectamente por qué la gente de este pueblo es tan unida y nuestro pueblo nos parece tan especial. Ahora comprendo por qué los forasteros no son capaces de apreciar nuestro pueblo: es porque ellos no lo han construido.
Organizamos la última reunión del pueblo para el término de las fiestas. Invitamos a la anciana que había vivido la versión anterior del carnaval (quien extrañamente había recuperado gran parte de su lucidez). Ella nunca lo confirmó, pero a todos nos parecía que ella era la niña pequeña de la fotografía, y que el acto de coronar a la nueva reina no era tan casual como podría haber resultado de una coincidencia temporal. Quizá como el último invento de las celebraciones todos nos creímos esa versión sin cuestionarnos, porque era la que más nos gustaba.
Para seguir con la tradición de nuestro carnaval acordamos deshacernos de todos los recuerdos que de él quedaran, incluyendo fotografías y videos de los acontecimientos. Estuvimos seguros que nuestros descendientes encontrarían el material y las pruebas suficuentes para poder inventarse su propio carnaval en cien años más.
En el fondo de mi convicción aún creo que la historia del nombre de nuestro pueblo es la que les comenté al inicio, pero ahora, cada vez que un forastero pasa por nuestros terrenos y me pregunta de donde proviene el nombre de “Castillo”, le respondo que hace mucho, mucho tiempo vivió en alguna de las colinas cercanas un noble caballero, quien protegió a la gente del pueblo en varias oportunidades desde el hermoso castillo en el que habitaba.
Jota |