Cuanto duele la infidelidad, es terrible cuando una creyó en el amor verdadero...esta es la historia de una tal Juana Pérez, una Juana de por allí, que cansada de las traiciones de su marido, decide un día vengarse, y cuando se viene una idea maliciosa a la cabeza, los elementos coadyuvantes aparecen de improviso traídos por el maligno. Cuando Juana se encontraba desprotegida de su juicio, un ex enamorado, se agregó a sus contactos de messenger, las charlas comenzaron, horas tras horas, mientras ambos “trabajaban”, pronto las conversaciones se extendieron vía celular, en poco mas de un mes, se concertó una cita. Ese día, ella se propuso no llegar mas allá de las conversaciones diplomáticas, reservadas, pensaba entre sí que la idea de ser infiel, no era buena para una mujer, por todo eso de la moral, las buenas costumbres, Dios, etc; camino a la cita, quiso por un momento no llegarla a concretar; frenó frente un semáforo, y lo penso cuarenta veces, quiso, irse por otra avenida, y retomar su camino habitual a casa, pero, algo, algo, no se que, la impulsaba a darle para adelante, llegar a ver a ese hombre que hace años fuera su enamorado; y fue así, llegó al sitio pactado, para decir verdad, muy lejos de la ciudad, hace rato que “él” había llegado, Juana entró al local, era un restaurante campestre, temblaba un poco del frío o del miedo que recorría todo su cuerpo y de pronto, alguien la toma de los hombros, ella se exalta por la sorpresa del saludo, voltea y se encuentra con aquel hombre que hace semanas había sido su instrumento de venganza idealizado, aún no realizado, pero imaginado múltiples veces.
Eduardo, que así se llamaba el prospecto de amante de Juana, estaba fascinado de verla otra vez, anhelaba besar esos labios que hace tiempo acariciaba con los suyos, charlas iban, miradas venían, y pasaban las horas, dos, tres, unas copas de aperitivo...., se repitió el aperitivo como seis veces, fue cuando Eduardo vio la ocasión aprovechable de darle un beso a la adormecida Juana, había bebido mas de lo que estaba acostumbrada y no rechazó las caricias que venían generosamente hacia ella, besos, más besos, estaban alborotando el ambiente, la tarde había llegado, pronto sería de noche, y se habían apresurado a demostraciones de cariño en público; aunque no tanto público que digamos dos que tres parejas, seguramente en similares situaciones que Juana y Eduardo. Algo en la cabeza de Juana retumbaba, ¡las voces de su conciencia!, pero que conciencia ni conciencia, pronto estaban en una cama de un hotelucho cualquiera, uno que encontraron a su alcance.
La demora de Juana, había causado extrañeza a su marido, por mas que el desesperado Juan llamaba al celular de ella, éste se registraba apagado; pero el hombre ni en broma se imaginaba lo que estaba aconteciendo en la vida de su esposa, ella “era una santa”, una abnegada mujer que trabajaba, cuidaba de sus hijos, de su marido, de sus mascotas, que apenas dormía cuatro horas, para levantarse de madrugada y dejar el almuerzo listo, una mujer que en cuanto salía del trabajo corría a casa, para esperar a sus niños del colegio, a su esposo de su arduo trabajo como ingeniero mecánico;.. no. no, se decía el pobre hombre, ¡seguro se ha accidentado!, ...já, que lejos de la realidad.
Entretanto, Juana experimentaba el placer de sentir saciada su venganza, el placer de ser poseída por otro hombre que no era su marido, lo mismo Eduardo, que juraba que era la primera vez que era infiel a su esposa, que encontró la persona que estaba buscando para completar su felicidad, etc; tal vez era cierto, tal vez Eduardo tenía una esposa mayor que él, posesiva, un poco gordita, un poco descuidada; tal vez Eduardo encontró en Juana una mujer madura, de esbelta figura, de senos firmes, de sonrisa reluciente, de cabello sedoso, de ojos vivaces, de rostro angelical, de fino y elegante trato, tal vez Juana, no era una Juana cualquiera, era profesional, inteligente, con valores y virtudes, excepto por el defecto de haberse casado virgen con un imbécil ingeniero que no supo respetarla; entonces ¿cómo se puede explicar que haya sido víctima de infidelidad?, es una incógnita, esa situación es algo que pasan muchas mujeres aparentemente perfectas, pero se ven burladas y cambiadas por la mas simple de las vulgares congéneres; por eso tal vez Juana prefirió en esta oportunidad ser victimaria, no ser la tonta de la película, ni la última rueda del coche. Ya no estaban embriagados, cuando despertaron al día siguiente abrazados, desnudos, los recientes amantes. Juana desesperada, cogió el celular, lo encendió y llamó a casa, ¡aló!, ¿aló?, ¿amor?, ¿dónde estabas?, ¡estaba preocupado!, ¿qué pasó?, ¿estás bien?, ¿dónde amaneciste?, ¡dime algoooo!; ella contestó: estoy bien, estoy bien, cálmate, voy para casa y te explico, un beso.
Es algo difícil tramar una mentira para cubrir una tardanza por infidelidad, miles de ideas revolotean la cabeza, pero se tiene que tomar la que resulte creíble ¡ajá!, lo mejor es encontrar una cómplice, alguien que sea amiga de la familia y de “confianza”, para que pueda ayudar en el teatro, además de eso, es necesario hacerse la víctima de las circunstancias; llegó entonces Juana a su casa, acompañada de una amiga, compañera de trabajo, traían ambas una cara, como si se hubiese muerto el jefe de la oficina, Juana, llevaba sus gafas negras que contrastaban con su palidez y sus labios rosados, totalmente desmaquillados. Petra, la amiga, fue la que condució el coche, se estacionó y bajo preocupada del auto, a sabiendas que el marido de Juana las estaba observando desde el ventanal, cuando se aprestaba a abrir la puerta de pasajero para que baje Juana, les dio el alcance Juan, ¿qué pasó?, ¿está bien?,-antes de que Petra conteste,- ....sí, sí, -dijo Juana mientras bajaba lentamente-, ¡estoy bien!, -dijo con una indignación inimaginable, Petra se hizo a un lado, y le pidió a Juan que sea comprensivo con Juanita, que ella tenía algo importante que decirle, y se despidió; entonces, Juana abrazó a su solícita amiga, le dijo- gracias Petra,- luego se tomó del abdomen como si le doliese y comenzó a caminar lentamente hacia su casa. Juan estaba pasmado,- ¿amor estás bien?, -ella dijo de un solo golpe:- creo que esa pregunta ya te la respondí, ¿pero que pasa?, ¿pasa?, -dijo ella-, pasa ....¡que eres un desgraciado!, ¿creíste que toda una vida me tendrías engañada?, me enteré lo de tu hijo con mi manicurista (eso ya lo sabía hace meses), me enteré que tu viaje de negocios, fue uno de placer con tu practicante (eso ya lo sabía hace un año), y ella siguió detallando una a una las salidas y mentiras de su marido, de lo cual estaba muy bien informada y era lo que la tenía atormentada, pero se hacía a la vista gorda, por no desestabilizar su matrimonio ni la tranquilidad de sus hijos. Ayer, -siguió hablando ella-, me quise suicidar, -y rompió en llanto, ante un atónito Juan-, si no fuese por Petra hubieses sido hoy un feliz viudo, -dijo irónicamente-; y siguió con argumentos “entendibles”, para haber desaparecido por tanto tiempo; Juan no pudo decir nada, ella se limpió sus lágrimas y dijo -¿los niños siguen durmiendo?-...si, -respondió el hombre casi temblando-, Juana había causado con su actuación tal conmoción en Juan, que se arrepintió mil veces de haber hecho sus travesuras de mujeriego.
Siguió la vida, Juana en su trabajo, Juan atormentado, arrepentido, enamorado de su mujer, Eduardo pensando en repetir la ocasión, Petra, cosquilleándole la idea de un chantaje, no sé, sigue la vida, así de imperfecta, de impúdica, de desleal.
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