Otro día más en la soledad; una pieza con poca iluminación que se adentra por una pequeña ventana de 20 cm. Por ahí mismo entra el viento que baña la pieza por completo y aún así no saca el olor a encierro y humedad que se respira producto del constante lloriqueo en el que se sume nuestro amigo.
Yace en el piso, amarrado a una silla, con la cara pegada al suelo y el mueble sobre su espalda. No hay forma de desamarrarse y bien que lo sabe él. Hace ya 20 años que guarda cautiverio en esta celda. No ha tenido relación con nadie desde que lo capturaron, ni siquiera con sus captores, ya que le pasan la comida por debajo de la puerta, y este en un desesperado desenfreno, se la devora en un suspiro.
No hace más que divagar y fantasear en su conciencia, que lo trasladan a otros mundos; donde la gente ríe, se abraza, gozan juntos, sen entretienen. Aprovechan su libertad.
Ya no recuerda porque llego allí, fragmentos desordenados de capítulos en su praxis del vivir, le hace pensar que una organización gubernamental lo apresó por no dar noticias del paradero de un amigo; líder extremista que tuvo al borde del caos al país, por realizar el golpe de estado esperado por mucho tiempo.
Largo rato ya ha esperado, contando los minutos, los días, en que no quiera Dios que atrapen a su amigo y le dejen cerrar los ojos por siempre. No es que desee la muerte de su amigo, sino que la soledad los sume a pensar en un lugar mejor, con quien conversar, compartir, descansar de esa posición tan incómoda y que lugar mejor que el cielo, piensa él.
Tiene los ojos vendados, y a desarrollado un sentido del la audición extraordinario casi inverosímil. Continuamente escucha pasos cerca que lo inducen a pensar que ya pronto se acerca su fin y está punto de cruzar la meta, pero nunca sucede tal cosa. Los nervios lo tienen loco, no puede seguir esperando más.
Todo el tiempo crea en su cabeza lo que podría ser cada uno de los hipotéticos escenarios a los que podría enfrentarse; ser cercenado en la cabeza por una espada, morir por un simple disparo en el corazón, que lo hagan beber algún veneno tan poderoso pero lento, que lo haga sufrir hasta el último aliento, En cualquiera piensa cual sería menos doloroso y como enfrentaría tal situación.
Pareciera ser que ese día no llega y lo pone cada vez al borde de un colapso nervioso. Está resignado. El día que menos lo imagine van a llegar y dar fin a su vida.

Parece paradójico como algunos esperan que nunca llegue la muerte y otros que los visite lo más pronto posible.