Nos levantamos en la mañana porque dicen que el olor a amoniaco es del infierno, porque dicen que el rojo es del infierno.
Y ese día todo apestaba,
todas las ventanas chorreaban sangre.
Una vez me dijeron que ahí abajo hacia un calor infernal,
y hombrecitos chiquititos maniobraban maquinas chiquititas.
Pero ese día todo era rojo,
y Satán Belcebú llevaba puesta una polera de Sleyer.
Y caían pájaros muertos del cielo nublado de violeta.
Violeta que es el color de la pena dicen,
Pero ese día no había ni pena ni vida,
solo lluvia de pájaros muertos alimentados por polillas.
En todas las esquinas había un asado,
pero no era un asado de fiesta,
era comida bacteriológica.
Eran rayos sagrados los que alimentaban nuestros estómagos putrefactos.
Y alguien pregunto de donde venia la sangre,
pero nadie respondió,
porque en los ojos de todas las caras
se vio la vergüenza como tatuaje en tercera dimensión.
Nadie dijo la vergüenza porque nadie era mujer,
y esa era menstruación divina,
Nadie dijo la vergüenza porque todos estábamos locos de endorfinas,
de pan con palta.
Mientras los pájaros muertos pero comiendo,
se sacaban los ojos los unos a los otros,
se sacaban los ojos en señal de respeto.
Entonces todos gritamos al mismo tiempo.
Y ese grito fue la mala educación que perpetuo a la especie.
Ese grito fue la salvación y la peste.
Porque los pájaros se sacaban los ojos,
y de los ciegos será el reino de los cielos.