¡Pero si me dijiste que ibas a llegar! Me lo prometiste y por eso me alisté desde hace tres horas. Ahora el esmalte se me está arruinando por los mordisquitos inconcientes y abro el refrigerador de vez en cuando sólo para mirar y por costumbre. Luego dirás que fue el tráfico. Bueno, yo también digo eso, pero en este caso no es una excusa...pues desde ahce tres horas que colgué el teléfono y empecé a arreglarme. Dirás que hubo algo a último momento en tu oficina...y llegarás con esa cara inocente de perdóname y salgamos ya.
Ahora prendo la computadora y no hay nadie. Obvio, todos están en algún lado y yo soy la única que está esperando.
Me llamas, me dices que estás a dos cuadras. Bien sé que estás a dos kilómetros. Por eso ya no salgo a la puerta a esperarte, no salgo porque sé que me tendrás esperándote parada, que es aún peor que esperarte aquí en el sillón. Hazme una timbrada cuando llegues y espero que no te quejes si me demoro en salir. Todavía tengo que buscar la llave.