“La calma permanente es la norma del mundo”
Lao Tse

Imposible fue no aprender y saltarme del todo, así no quisiera e irónicamente me aterrara. La mayor enseñanza que pude adquirir: mis miedos. Que no son más que trabas que no dejan que perciba la belleza y la armonía; el punto es que no debo tratar de dejar de sentirlos, sino evitar que se conviertan en obstáculos imposibles de vencer en mi vida.

Siempre he tenido una extraña fijación con los miedos; miedo al fracaso, al rechazo, al dolor, a la burla, al amor… En fin, miedos y nada más. Aunque se que son sólo temores generados expresamente por mi forma de crianza que, sin ánimos de demeritarla, es también la responsable de negarme el seguir mis instintos naturales; estos han logrado opacarme y crear inseguridades que me impiden apreciar cada situación y cada sensación y de vivir realmente cada momento. Lao Tse y Marguerite Yourcenar me llevan a conciliar con todos mis temores, los que me impiden y que han impedido millones de veces que siga mi camino de forma totalmente natural.

Si la humildad en la forma de vivir cada momento, de disfrutar, sufrir, reír o llorar es lo que le da esencia a la vida misma, entonces, ¿qué es una vida llena de temores?... ¿Qué es una vida dedicada a la negación de las emociones?... Es igual que no creer verdaderamente en nada; si fuese así, no habría en torno a que vivir o simplemente ya no se estaría vivo, se perdería por completo la esencia de vivir tal y como nos lo muestra Tse y lo corrobora Yourcenar.

Aprender a conocer tan bien mis miedos como para no dejarme llevar por ellos sería una excelente moraleja… Sin embargo el sabor amargo que deja, irónicamente, es conocer también mis debilidades, y reconocerlas como el inicio de mis temores, mis inseguridades… En fin, menos esencia para una “vida” llena de dudas e incertidumbres sin fundamento alguno.

¡Gracias literatura de oriente por mostrarme la forma menos posible de vivir mi vida: la calma permanente es el mito del mundo!