Se acaba de despertar. Abre los ojos y ve lo que ha estado viendo día tras día por más de 3 años.
Un vasto paisaje, llanuras sin fin, arroyos casi secos y ni una sola alma a la vista. Trata de pensar que será un buen día y de lo más profundo de su ser saca fuerzas para levantarse. Yo aún no logro comprenderla, nunca he podido hacerlo. Desde que llegó aquí, lo único que ha hecho es mirar a su alrededor con ojos desorbitados y pretender que acepta lo que el destino ha dejado para ella. Pero por más que lo intente, yo sé que en ella sólo hay duda y desesperanza.
Recuerdo muy bien el día que llegó: salió de la nada, me tomó por sorpresa. Cayó como un ángel del cielo a quien le han quitado sus alas y por esta misma razón la pude ver indefensa, como queriendo salir de ese lugar en donde no quería estar y que presentía, iba a ser su castigo.
No estoy seguro de lo primero que le dije, pero si sé que no quiso hablarme. Aunque no soy visible ante los ojos mortales, las mentes inocentes como la suya, si pueden entender mis palabras y por eso, me pareció que quisiera ignorarlas. – No debía hacerlo, pero me enamoré de ella-.
Desde ese día nunca la dejé sola y siempre estuve pendiente de sus lamentos y penas.
Como lo hace todos los días, luego de bañarse en lo que queda del arroyo, fue a su lugar favorito a pensar. Estando allí, en el valle transparente, me le acerqué y acaricié su rostro, limpiando al mismo tiempo una lágrima que se escapaba como dejando salir a flote su herida. Yo podía leer sus pensamientos, oler sus fantasías y tocar todos sus miedos y aunque nunca me lo demostraba, yo sé que ella sabía de mi presencia. Luego de mucho tiempo de estar perdida en su memoria, vi el brillo en sus ojos que me decía que había vuelto. Dejó el valle y caminó como alma en pena sobre las nubes del infierno que ya eran costumbre para ella. De repente, pasó algo que nunca hubiera esperado... me habló.
Yo estaba tan extasiado, que al principio lo único que pude percibir fueron sus labios moviéndose como gritando en silencio. Fue después de un rato que organicé en mi mente sus palabras.
“Presiento que es hora de irme”, eso fue lo que dijo.
Lo que dijo se clavó en mi corazón como una daga tratando de acabar conmigo en ese mismo instante; ella sólo me miró con dolor y esa pena característica que siempre había estado en sus ojos.
“ Yo también te quiero”, dijo.
“ ¿Qué? ¿Cómo me dices eso ahora que te vas a ir?”
“ La verdad es que no sé que me pasa, pero hoy pude ver las cosas con claridad. Nunca pertenecí a este lugar y nunca debí haber estado aquí. Si caí en este estado sublime fue porque quería escapar y aunque siempre tuve miedo, tu presencia me hizo sentir más segura”
“Pero no debes irte si no quieres”, le dije. “Aunque nunca pueda amarte como quisiera, no te dejaré sola. Te lo juro!”
“De falsas esperanzas estuvo hecha mi vida y ahora que vuelvo a ella, no quiero retomarla como si nada hubiese cambiado. Te amo porque supiste quererme y por eso mismo, me duele decirte adiós.”

No pude hacer nada, ni siquiera pude besarla. Desapareció de mi vista para siempre y quedé desconsolado, llorando como un niño, preguntándome porqué mi vida me había sido robada y porqué mi sueño se había tenido que ir.
Sólo hoy pude entenderlo todo; ella estaba conmigo porque en su mente vivíamos los dos y si había llegado aquí, fue porque necesitaba una salida. Yo, al igual que este lugar, pertenecemos a su imaginación; somos lo que queda después de la tormenta, cuando nunca hay nadie y la pena se vuelve eterna. Yo soy quien la debe cuidar, por eso apenas la vi me enamoré de ella y creo que si pude esperar tanto tiempo por su llegada, podré esperar un poco más, hasta que ella vuelva a caer en la desolación de su alma que la mandará a este, nuestro lugar, en donde no hay nadie, juntos somos todo y el resto simplemente se reduce a nada.