En referencia a las posdatas el hecho parecía simple, yo me despedía de ti y asumías el mando de la víctima y yo la derrota del vencedor: me sentiría culpable de imaginar lo que pudo haber sido. Ahora es distinto, mi histeria se redujo a preocuparme a por mis zapatos debido a las fuertes lluvias dentro de la ciudad o que por accidente pise los indeseables abonos urbanos que dejan los perros de mis vecinos en la banqueta de mi casa, mis zapatos, esa es mi histeria. Y mi propia derrota también, siempre llevar guardados los pies fríos. La lluvia por todas partes.
Las derrotas urbanas. La derrota de un evento frente a otro, con la participación no solicitada de la imaginación, es algo cotidiano. La vengaza continua así todo el tiempo. Como te habras hecho fantasías en nuestro momento, yo no me preparé para los fracasos, porque ¿no era poco elegante preocuparse por todo? Ponerse... histérico. Eso me faltó; ser más y tú menos todo, así hubiera explotado algo y ahora mismo se estaría reacomodando o por fin, lo que sucede entre tú y yo habria por fin, terminado.
Pero a veces coincidimos en aproximarnos al fin y cuando estamos cerca, el temor de quedar para siempre solos es tan grande y creeo, existen relaciones entre humanos destinadas a no morir, sino estar agonizando todo el tiempo, sin morirse y tambien, sin sanarse, entre el mas alla y el (siempre calido) más aca.
Y no creo en lo escrito, no creo en tablas de arcilla, ni mucho menos en las de La Ley, en nada, cuando hay clases de interacciones que por no estar escritas, no las soporto, no las aguanto, no las comprendo, no las tolero, pero cuando me toca vivirlas, las sobrevivo, las amo como son y siempre desde el purgatorio urbano. Rayos. |