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Aun recuerdo tu andar calmado y silencioso. Siempre con un café en tus manos, observando todo alrededor sin influenciar en él. Eras casi como un cuadro en este mundo surrealista. Una sonrisa bastaba para que iluminaras a las almas perdidas en aquellos salones de clases, fríos, oscuros, sin sentido tras tan desolado entorno. Pero al escuchar tu voz, las cosas cambiaban, todo florecía ante tal incentivo, como cual jardinero cuida a la flor mas delicada.
Cada vez que te veía por aquellos tristes pasillos, estabas rodeado de chicos deslumbrados tras tu radiante semblante, como si saliese el sol en plena lluvia.
A medida que fue pasando el tiempo, nuestra relación fue evolucionando, ya cuando no eras parte de aquella “multitud inalcanzable”, según la sociedad estipulaba. Conversaciones simples pasaron a conversaciones de vida, creando un especial lazo de amistad. Cuando mi mente era cegada por la tristeza, siempre alumbraste mi sombrío pasar tratando de que viese mas allá de lo posible. Me instabas a seguir soñando y disfrutando cada día, a ver desde otra perspectiva lo que acontecía. Tal era la experiencia a tan corta edad, que tu sencillez y sabiduría me impresionaba a cada instante. Como quería absorber tal conocimiento.
Tiempo después, partí tras un nuevo rumbo, del cual sentí tu compañía, aun en la lejanía, ya que a pesar de tus días de 48 horas que solía bromear (y aun lo hago), estabas dispuesto gustosamente a conversar, no perdiendo, de ese modo, aquel lazo.
Pero este año algo sucedió, tu escritura mostró un dejo de pesar, mas no quise ahondar en el tema por respeto a tu privacidad (mas allá de molestar con el hallazgo de tu humanidad, como bien lo recordaste hoy). Meses después, con la tranquilidad que te caracteriza, me contaste lo que sucedía. Padecías de una enfermedad en la cual podías perder la vida. Al principio lo tomé con calma, ya que estaba familiarizada con lo que mencionabas, pero no en tal gravedad que contabas, aún con paz infinita. Pero al pasar las horas, y tras discutir una y otra vez con un ser incapaz de ver mas allá de su propia frente, tomé el peso de lo que sucedía, y mi corazón se contristó, al ver que había tantos seres que deambulaban por esta tierra sin sentido alguno, (como quien amaba en aquel momento, sin aún entenderlo) y tan pocos “humanos”, en toda su palabra, de los cuales uno de ello corría el riesgo de ser privado de su existencia…¡Que injusto era todo!
Nunca supiste de ello, obviamente, ya que no era la forma en que hubieses querido que actuara, ya que fue tal la dedicación en mi persona para que pudiese aun disfrutar ante la adversidad que la vida nos entregaba. No podía dejar que tal muestra de cariño fuese en vano. Es por eso que esperé pacientemente, para un pequeño espacio en aquellos días,” tus días”.
Mientras, el recuerdo de tu persona inundaba mi ser, al aguantar a un aburrido sub.-colega, que solía pavonearse con un título inexistente, un chiste. ¡Como te extrañaba en esos momentos!
También al ver a un profesor que provocaba cierto imán sobre sus alumnos, no al grado que generabas, claro estaba.
Tan solo observaba, esperando el llegar a casa y llamarte, saber como estabas. Pero bien conoces mi volado pensar, que a veces me juega malas pasadas, como hoy cuando contabas anécdotas que creí relacionadas a tu vida, siendo lo opuesto. Locuras de tu amiga, cuento a parte.
Hasta que un día fui capaz de aterrizar de mis tantos viajes, partiendo así velozmente al teléfono. Y…¡¡sorpresa!! Tenías un espacio en tu agitado mundo. Estaba tan contenta…al fin iba a poder ver a quien en algún momento no solo fue mi profesor de clases, sino también de vida. Además, aquella invitación aparecía justo en un momento significativo de la mía, cargada de reflexión, meditación, mirando mis manos, una representando a mi persona y la otra a mis sueños, como una gran amiga procedió a aconsejar. Eran tantas cosas que estaba redescubriendo, algunas bajo cierto dolor y otras con gran alegría. Estaba comenzando a “sentir” otra vez, a recordar a esa niña que deseaba cambiar el mundo y reconocerla en la mujer que soy ahora. Ya no temía, ya que por mis poros renacía en la adultez, aquella locura de antaño, con la madurez suficiente de “vivirla”, y transformarla en energía, en este apesadumbrado mundo.

Texto agregado el 06-11-2006, y leído por 105 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
14-12-2006 un relato maravilloso lo das buen sentido y realce atus parrafos felicidades5* neison
08-12-2006 Que bello relato, te felicito, hay tanta alma acá. anti_musa
 
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