Es algo parecido a una coca cola en el desierto, vas caminando y de de repente una luz ilumina esa lata helada, esperando ansiosa ser absorbida, algo así fue cuando lo vi por primera vez, era pequeño y turquesa. No paré de hablar de él, me duró 48 horas, luego tuve que devolverlo porque tú también habías salido a caminar por el desierto. Grande fue la sorpresa cuando me dijiste FELIZ NAVIDAD… habíamos visto la misma lata. Nos acompañó casi un año y medio, pero hace dos semanas y dos días, me lo quitaste. Al encontrarnos nuevamente me miraste y preguntaste: ¿Te lo quitaste no?
Si pensamos en 2 semanas y dos días nadie entendería que fueron 16 días que nuestras voces hacían una; mirando a un mismo lado, mirando de frente. Pero 16 días no parece mucho para aquellos que de amar no sabes nada, pero tenemos 384 horas que entre lapsos alargados ahora no sabemos quienes están a nuestro lado.
¿Aún te parece poco? No son 384 horas las que me agobian sino 23,040 minutos que me alejan de mí misma, de un yo plasmado en ti, que a la larga eres tú, porque al decir yo, tú volteas; y cuándo dices yo, respondo.
Pero no son realmente esos minutos, sino los 1,382,400 segundos que día a día pasan y van aumentando y es porque la semana tiene 7 días y el día 24 horas y la hora 60 minutos y el minuto 60 segundos.
… Te miré y sonreí, y me volviste a preguntar: ¿Te lo quitaste no? y respondí: Fuiste tú.
Ahora camino en mi propio desierto… una que otra vez encuentro latas esperando ser absorbidas, pero hoy no tengo sed.
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