Quizás haya sido el murmullo del viento atravesando los mosquiteros y nada más. Era común en el campo oír sonidos extraños y él estaba acostumbrado a ellos más que nadie, pero esta vez lo inquietó hasta el punto de provocarle escalofríos. Fuera de la colosal finca, todo era serenidad.
Las paredes del dormitorio se confundían en grotescas sombras provocadas por los árboles, que solo las hermosas pinturas de bestias mitológicas lograban contrarrestar. La soledad natural del campo parecía mayor en una casa monstruosamente grande. El color verde dominaba la sala principal de la primera planta, mientras que la escalera de madera conducía hacia el dormitorio teñido de rojo. La elección de los colores había sido tarea de la difunta tía Margaret, quien había hecho coincidir los empapelados con la decoración, que contaba con candelabros, pinturas, y en su habitación, escultural lanza india.
Quizás haya sido la ornamentación de la finca lo que hizo a Raleigh recordar a su tía. Ciertamente siempre la recordaba, por lo que no fue extraño que cuando oyó ese estrépito proveniente del segundo piso, haya evocado su voz. Había sido un susurro tan humano que una extraña sensación se adueñó de su cuerpo y no tuvo el valor para subir la escalera y dirigirse al dormitorio.
Margaret había sido como una madre para él. Sus padres murieron cuando el entraba en la adolescencia, pero su vida familiar fue tan perfecta que aprendió a amar a su tía como a su madre y vivieron plenos de felicidad durante muchos años. Margaret recibió al joven como una bendición cuando ya se resignaba a no tener hijos y solos ellos dos llevaron una vida ejemplar.
Quizás haya sido el whisky que bebió al atardecer, pero el recuerdo de su tía comenzó a ser cada vez más real. La veía en los cuadros, en las lámparas… Las anómalas sombras cada vez eran más nítidas y su forma iba adquiriendo rasgos humanos según como el viento sacudiera las ramas de los árboles. pensó, y trato de sumergir sus pensamientos en los buenos recuerdos que tenía de su vida. Pero el ruido que había oído, hacía más de media hora, se repetía incesantemente en su cabeza. El deseo de que todo vuelva a la normalidad lo angustió más todavía. El reloj dio las once, pero no oyó las campanadas porque la voz de su tía era más fuerte. Un vistazo a la sombría escalera de madera fue necesario para terminar con todas sus aspiraciones de subirla y visitar el dormitorio. La oscuridad, antes serena, acechaba todos sus movimientos. El tímido reflejo de la luna en el estanque era la única iluminación de la sala, pero al mismo tiempo contribuía con el cruel juego de sombras en la pared.
, pensó. Minutos atrás era una noche perfecta para dormitar y soñar con los bellos momentos que había pasado con su tía. Mañana sería un día magnifico si nada hubiera pasado.
Repentinamente, antes de que el reloj dé las doce, se decidió a subir la escalera de madera. Los viejos escalones rechinaban y se confundían con el temblor de Raleigh. No necesitó encender la luz del dormitorio porque Margaret había prendido tres velas. Entonces Raleigh no dudo en tomar la lanza exhibida en la pared y sepultarla en el corazón de su difunta tía. La sangre se confundía con el rojo de la habitación. Por fin todo había vuelto a la normalidad.
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