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José se mantenía un poco retraído, su madre le había lastimado con aquellas palabras_"Ya no serás un héroe"...su pensamiento volaba a mil por hora, su corazón vibraba y palpitaba muy fuerte, una ira tormentosa se estaba apoderando de su tórax...despacio, sereno, cabalgando en el corcel de sus pensamientos, José pretendía distinguir cuáles eran aquellas palabras que el vecino ahora le estaba diciendo, ya hecho todo un hombre, mejor se decidió ir a su dormitorio y pensar...pensar, hasta que de repente el reloj despertador aquella mañana empezó a sonar tan fuerte que cada sonido le provocaba que el corazón se le partiría en dos, ahora eran aquellas palabras hirientes como poseidas por el reloj que le avisaba que se despertara después de 8 horas de sueño ininterrumpido, su esposa le había cubierto con una franela para que aquel frío de la mañana no le hiciera daño...
Ensimismado nuevamente recordaba el pasado de aquel día en que su madre le había partido el mismo corazón que ahora sentía que le dolía más y más.
Cubierto de una odiosa pesadilla, José bebía el café que estaba en su mesa, dispuesto a ir y cruzar aquel paraje que le recordaba su niñez...Era el pasado apoderandose nuevamente de su cerebro, su sangre se derretía en su cuerpo como honda llama de fuego que se enciende y se vuelve a apagar..."Si, se decía así mismo, no lo soy, jamás seré un héroe...soy alguien que anda por la vida sin más ni un porque....soy un...", en ese momento al cruzar la calle, encontró un ser tan especial, era un niño que se escondía detrás de un árbol y trataba de abrigarse del terrible frío que hacía sucumbir sus huesos como tempanos de hielo glacial...¿Qué haces?, preguntaba José...aquel niño, tronando sus dedos, agarrando un cerillo, intentando encenderlo para calentarse, le respondió: "Mi madre me ha dejado, no le importa mi vida, no soy nada en este mundo"..."Ven acércate a mí, dijo José, te daré un fuerte abrazo, trata de sentir un poco de calor...te llevaré a casa"...El niño incorporándose de su lugar se paró, a lo sumo tendría unos doce años.
Pasaron los días, los meses, los años...José no era más aquel hombre joven que paseaba recordando las palabras hirientes que una vez habían traspasado su noble corazón, ahora era un hombre mayor, entrado en sabiduría y la expreiencia de los años vividos sobre esta tierra, llenaba su almohada de lágrimas de cuando en cuando.
Cierto día Pablo, aquel niño de doce años, contándo con treinta y cinco años, ahora todo un hombre, entró a la habitación de aquel viejo que le había tendido una vez su mano paterna, una mano que lo sostuvo, que le dijo con su actitud que siguiera luchando en la vida. Se arrodilló a contemplar el rostro de quien era su padre, el padre que le había prodigado no la vida, pero si el ser interior, el sentirse vivo y pleno, y confesó a su oído: "José...padre mío, así quiero decirte hoy algo que te he ocultado toda mi vida, desde aquella fría mañana en que te conocí, aquella mañana que no por el frío invernal que entumecía mis huesos de dolor, sino por el frío que transmitia a mi alma...¿Sábes algo?, yo mismo me iba a quitar la vida, me iba a lanzar contra las llantas del automóvil próximo que pasara...ya no quería la vida misma que atormentaba mis sangre, mis venas, mis arterias...esa noche bajo aquel árbol había soñado que un ángel mismo descendía del cielo y me cobijaba en un fuerte abrazo, pero mi desilusión fué muy honda al saber que al despertar de aquella ilusión, todo era real, estaba solo, muriendo en vida, mis padres biológicos me habían rechazado, pero...apareciste tú, y aquel abrazo inundó todo mi ser, recorrió nuevamente sangre en mis venas, aquella mañana me llevaste a tu casa y me diste a beber un ponche de frutas caliente y eso no fué todo, me cobijaste con amor....José , padre mío, aquel abrazo me cautivo y salvó mi vida, ¡eres mi salvador!!, sé que jamás lo había dicho, pero mi firmeza en morir, era tal que nada ni nadie cambiaria mis pensamientos...Gracias por ese abrazo salvador, gracias por tu ternura, y tu amor..."
José con su corazón agitado por los años, sólo decía a si mismo, "ahora entiendo lo que puede hacer un abrazo, y lo que de niño imaginé, se run héroe, pero no de bromas, o juego, sino real, la vida misma me lo concedió ...Gracias a tí hijo mío, mi Pablo, mi pequeño, mi hombre...,te amo hijo, y soy y seré siempre tu padre de verdad.."
Aquella fría tarde invernal José cerraba sus ojos para siempre, pero las lágrimas de Pablo se iba conviertiendo en lágrimas de cristal, no cesaba en dejar de dar aquel abrazo tierno de una despedida cálida al padre que le dió el ser interior, el amor que muchos le había retirado de su corazón...
La tumba de José se cierne en lo más alto del corazón del lugar, pero su epitafio dice:"Al padre que cautivo mi corazón y me dió toda una vida a través de un abrazo de amor"....PABLO

Texto agregado el 03-11-2006, y leído por 103 visitantes. (0 votos)


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