Te veo a media luz,
Cortando mi respiración con tu imagen.
Veo tu cuerpo delicado frente al mío,
Que seduce con su inocencia,
Que irradia ese amor que anhelo poseer.
Quiero el éxtasis de la redención de tu presencia...
Esa presencia que es la mía, por que estoy perdido en ti.
Recorro tus formas, viendo a tu pecho
Que contiene esa magia, ese torrente de pureza
Que quiero beber sin pausa, para que me embriague.
Y beso tus senos, deslizo mi amor por sobre ellos
Sintiendo tus latidos, que se mezclan con tus gemidos;
Esos latidos, que vienen de ese corazón palpitante,
Que pienso conquistar paso a paso,
Bebiendo con mi boca su roja pasión...
Mis manos dibujan en tu cadera el infinito,
Dibujan el camino hacia tu pelvis,
Lugar de tu templo inmaculado...
Que es sagrado, indescriptible
Y en el cual dejaré mi ofrenda.
De rodillas ante tu altar, dejo mi ofrenda, mi sacrificio
Y me lo arrancas con dulzura,
Dejando flotar en mi oído un TE QUIERO.
Te regalo, al cabo de un instante,
Una luz blanca, potente, indomable.
Luminosidad que te eleva por los aires, hasta el cielo.
Y sacudes tu cuerpo con violencia, sin poder controlarte.
Y a mi luz viertes tu agua bendita,
que brota de todo los rincones de tu santuario
Y la luz y el elemento líquido se hacen uno;
Uno como nosotros,
Uno como nuestras manos que se aprietan, que se inmovilizan.
Y levanto mi vista, y tú me rodeas con tus brazos,
Con un potente gemido que me sacude, que me conmueve.
Y se apaga lentamente mi luz, y tu humedad se detiene, agotada.
Y me levanto, y vuelvo a observarte, a media luz,
Sabiendo que volveré a tu templo, pronto,
Sabiendo que me bendecirás nuevamente,
Sabiendo que esta historia seguirá eternamente,
Sabiendo que ya somos uno.
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