El horizonte abrazaba los contornos de mi perdida mirada...
Mientras caminaba por la calle desierta
Hurgando en ella vestigios de mi destino...
El cielo parecía haber devorado las estrellas
Y con ellas se me iban los recuerdos que te pertenecen
Que te pertenecen, que nos pertenecen
Y así, entrelazados uno con el otro en ese instante de magia
Nos acariciamos sin tocarnos, nos miramos sin vernos, nos buscamos,
pero no
nos encontramos
Y la noche era implacable por todos lados, pero más aún dentro de mi
alma
Dentro de mi alma que necesitaba de la tuya, pero vos no estabas y sólo
el
silencio respondía a mis llamados
Y cierro los ojos, e imagino tus formas, y mis dedos, suspendidos en el
aire, creen haber descubierto tus negros cabellos
Mi piel se estremece con sólo nombrarte, pero mis manos se cierran,
vacías
Y mis labios se contraen, pues no quieren decirles al extraño viento
cuanto
te amo
Y aunque quiero evitarlo lo grito con todas mi fuerzas, porque quizás
el
viento lleve mi voz hasta tu ventana
Pero nada; solo en este instante comprendo que tengo un oscuro amigo
que es
el más cruel de los silencios, que me condena por tu ausencia
Y así sigo mi vida con tu rostro clavado en mi memoria, con mi piel
marcada
por tu piel, con tu risa que, como una daga, destroza mi carne cansada
de
esperarte
Pero de repente comprendo; despierto, y estás absoluta a mí lado,
dulcemente
dormida, ignorante de esta pesadilla que azotó mi vigilia.
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