Hoy en día en el planeta tierra hay mas almas poblándolo que en ningún otro momento de la historia, casi tantas que en algunos países literalmente se puede decir que viven unos encima de otros, aglomerados, sedientos por tener mayor espacio vital.
A este hecho único de nuestro presente, se suma la revolución de la tecnología, de la información y las comunicaciones, todo un mundo de nuevas posibilidades que se le brindan al hombre casi sin límites de elección.
Somos mas los humanos, tenemos más y mejores formas de comunicarnos y vincularnos, pero... también se produce un extraño fenómeno, que desde todo punto de vista contradice lo dicho precedentemente: muchos sienten una terrible sensación de soledad, de estar en permanente contacto con otros, pero que esa presencia no llena un vacío interior profundo, que a veces se torna desesperante. Pero cuales son las causas de esto ¿Pérdida del sentido trascendental de la vida? ¿Falta de espiritualidad? La lista de preguntas se puede hacer casi interminable, y las posibles respuestas multiplicarse aún mas allá de lo imaginable.
En tiempos de la televisión, la radio, el teléfono y de internet, gente perdida vaga por la vida buscando que la escuchen, buscando oídos atentos a sus penas, tratando de sacarse esa máscara social que parece cubrir a todos, impidiendo dejar salir a nuestro yo mas profundo, a nuestro interior mas auténtico.
En este laberinto de soledades, cuando en el devenir de los hechos parece imperar ciertas generalidades que casi todo lo abarcan y contienen, surgen pequeñas historias, pequeñas chispas en una gran oscuridad que vienen a reafirmar las contradicciones, que vienen a rescatar algo de la esencia humana perdida en los últimos años, vidas que en la desesperación de encontrar y encontrarse, logran romper el cerco y saltar hacia espacios no explorados por la mayoría.
Amor: así de simple, amor que une a dos, amor que irrumpe y de sendos individuos hace UNO. Esta historia navega en el mar de este mundo loco, en donde somos más pero parecemos menos, en donde más medios hay para comunicar y en donde menos impera el vínculo, el calor de la presencia cercana, el abrigo que da un abrazo cómplice, el de unas palabras dichas a tiempo en el oído para expresar simplemente; “aquí estoy”. En esas aguas se sitúan los hechos de esta vivencia, y conocerla quizás no reporte nada a quien esto lee, solo saber que quizás algún día cierta clase de magia diga “abracadabra, ya no estás solo”.
Ella es de Ecuador, de las profundidades de las montañas que rodean a su Quito del alma, vivía en la espera... espera de sueños por cumplir, imaginando una vida feliz, “plena” le gusta decir mas bien.
Él es de Paraná, Argentina, ciudad que se eleva apenas encima de barrancas sobre el río que lleva el mismo nombre que su comunidad, hombre proclive a divagar, de una constante imagen de racionalidad y formalismo, pero dentro del cual se desencadenan pasiones, sentimientos, y una irrefrenable necesidad de amar y ser amado, de volar...
Miles de kilómetros los separan, cientos de costumbres distintas que la conquista hispana no logró homogeneizar; pero a la vez, dos países unidos por constantes de toda Latinoamérica: pobreza; sueños colectivos frustrados una y otra vez; dirigencias erráticas, sin sentido de la oportunidad para resolver los grandes problemas de sus pueblos.
Dos almas anhelando mas que viviendo felicidad, dos caminantes perdidos en la inmensidad de un mundo hostil, frío, lleno de trampas a los sueños, en donde se exige ser realista, pragmático, disciplinado en el consumo y el materialismo, alienado al orden imperante, no libres de elegir muchas cosas, entre ellas renunciar a la diosa razón y entregarse, aunque sea solo por momentos, a los instintos, a los sentimientos, a lo trascendente, en fin, en poder ser mas humanos y menos robots.
Así, Karen y Rubén, tales sus nombres, se juraron no ser uno mas, se prometieron evitar la trampa de la resignación, se atrevieron a no seguir el plan preestablecido por la sociedad para cada uno de nosotros. Ellos eligieron amar, amarse mejor dicho, pero amar desde el alma, amar desde el corazón, sentir que un simple TE AMO cambia irremediablemente el tedio de todo un día, que una tarjeta o una carta crea vínculos misteriosos entre dos personas y los envuelve y hechiza, y los posee y los sustrae de esta unidimensional realidad.
Si se atreven, echaremos un simple vistazo al centro de este mundo, este mundo de dos, para conocerlo, para indagarlo, para desafiarnos a preguntarnos quizás ¿es posible el amor en el tiempo de la acentuación de la individualidad? ¿Es posible romper el molde de un sendero que parece prefijado que debemos seguir, y en su lugar proponernos nuestro propio camino?
El viaje comienza, bienvenidos a bordo a quien quiera tener el desafío de conocer una historia distinta, una simple historia de amor en el nuevo orden, este en donde impera eso de escucharse o verse sin siquiera estar físicamente uno al lado del otro, esto que es quizás la forma total de comunicación del futuro: internet.
Mantenemos nuestra tesis inicial: hoy somos más y con mejores formas de comunicarnos, aunque igualmente nos sentimos irremediablemente solos. Pero también sostenemos que a toda generalidad se le opone una o algunas excepciones, pero no por ser solo una o un poco más pierden el carácter de crítica y transformación progresiva, cambio casi imperceptible, aprovechando el agotamiento que toda situación dada se va procurando con su propia repetición.
Vivir en el mundo virtual implica cosas como ver sin estar, escuchar sin tener los labios cerca que enuncian las palabras. Es desde ese mundo de lo casi real de donde fluye el sentimiento fuerte y poderoso que se da entre Karen Ortiz y Rubén Laferrara, es en ese marco que se produjo su encuentro, que ellos se juran que intentarán que sea por siempre.
Te amo, sos un encanto, me llenás, mi corazón salta por ti / por vos, que ganas de besarte y abrazarte ahora mismo, eres / sos mi gran amor... Estas y otras frases y palabras más se disparan de sus dedos cuando se escriben, cuando se ven, cuando se escuchan.
¿Quién contactó a quien primero? Poco importa saberlo, lo que mas nos interesa es saber: ¿Cómo pudo ser que por el mismo medio en donde muchos pasan horas sin otra expectativa que entretenerse, evadirse y no solucionar sus problemas, como en ese contexto se da el amor, se da creerse predestinados a compartir una mutua felicidad por el resto de sus días?
Por que esto es así, basta con ver sus caras cuando están conectados para darse cuenta que algo les hace saltar su interior, algo se les mete muy profundo y los hace volar, sentirse uno en el otro.
¿Sobre que base sólida decimos que ellos se aman de verdad?¿Sobre que tesis debidamente probada por la ciencia se demuestra que esto es así y no de otra forma? Pues, simplemente, sobre nada más que sus propios testimonios, sobre nada más que en sus ganas locas de tenerse mutuamente. Por que alguna vez vamos a permitirnos no pensar, no explicar con la razón las situaciones, no tener que demostrar relaciones de causa y efecto, alguna vez vamos a confiar solo en la palabra de las personas (¿recuerda la última vez que confió de primera intención y no intentó ver el detrás de esa situación, ver el por que de tal o cual cosa?)
Estamos en un terreno difícil: una nota periodística que no involucra a un famoso, ni a políticos, ni a la ciencia, ni siquiera hablamos de un hecho policial, hablamos de gente anónima, común, que hasta hoy eran “uno mas” en sus lugares. A ello le sumamos la dificultad de hablar desde la confianza, confiar en personas desconocidas y que no protagonizan un hecho excepcional, con lo difícil para nosotros, quienes tenemos el oficio de periodistas, obligados por el manual aprendido casi de memoria a no confiar mas que en lo que se ve, se toca, se chequea una y otra vez.
Pero aceptamos el desafío y no sumergimos aún mas en esta trama, vamos al núcleo de todo este asunto. ¿Cómo se dio? Y no tenemos más remedio que seguir confiando en Karen y Rubén, nuestros guías en esta aventura. Vamos a evitar las citas textuales, para no abusar de guiones que abren diálogos, ni tampoco recurriremos a datos puntuales, solo nos pondremos en el lugar de simple narradores, que se meten dentro de la descripción y en la psiquis de los personajes protagonistas.
Aquí va nuestro intento de explicación, que no es ni mas ni menos que la dada por ellos mismos: se aman por que sí, se buscaron y se encontraron con la misma probabilidad de que el viento levante y haga volar a una hoja caída y no a la otra que estaba casi tocándola; se dejaron llevar, “fluir” dijeron; sacaron de por medio las apariencias y fueron como son, y no como el papel que les toca desempeñar en el gran escenario de la vida les exigía ser; se sintieron y entendieron en la intimidad de su ser, y desecharon casi con desprecio el impulso casi autómata que tenemos de ver solo la imagen, comprar el envase valorando poco el contenido.
El anterior párrafo es toda nuestra excusa, es toda la argumentación de la cual disponemos para demostrar el interés mediático que nos movilizó a contar esto, a que conozcan a Karen y Rubén.
¿Cómo dice? Creemos percibir su inconformidad con nuestros motivos, ¿no le satisface nuestro trabajo? ¿Le parece sin sentido? Pues bien, es lógico que así sea, no contamos nada demostrable por una seria investigación, ni existe detrás de esta nota nada que interese o movilice a lo social o favorezca algún interés económico.
Pero que importa, nos sacamos una vez aunque sea el traje de periodistas profesionales, renunciamos a la intelectualidad, fuimos hasta cursis si Ud. prefiere, todo esto por que solo nos permitimos soñar, solo nos dejamos encantar por esta historia, solo salimos un poco del mundo de las certezas para entrar en el pantano de las dudas, de la simple existencia humana.
¿Ud. querido lector, hace cuanto no deja descansar la máscara un rato, hace cuanto no sueña despierto, hace cuanto no se deja maravillar por lo simple? ¿Hace cuanto no se decide a vivir y no a representar el papel impuesto? Quizás esté todavía a tiempo, quizás no sea tarde, quizás pueda recuperar parte de su humanidad.
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