“a nosotros nos toco construir los sueños…”
E. Belmonht.
Voy a empezar a construir ese sueño que un día te prometí…
No será una casa muy grande, la escuela que tengo de Le Corbusier me dejó muy claro que antes que nada la arquitectura tiene que funcionar, pero también aprendí por Luis Barragán que ante todo, se tiene que sentir…
Empezaré a poner los volúmenes bajo la luz, a ordenarlos en el espacio, el sol y el viento nos ayudaran a que los atardeceres sean más intensos, que amanezca más despacio y que la lluvia caiga más nostálgica.
Será toda blanca, sin olvidar que el blanco no es blanco sin el poderoso rumor de los colores, así que solo pintaremos algunos muros de magenta y cyan, muros texturizados que atravesaran la casa por completo para que se vean desde afuera y que inviten a tocarlos desde adentro.
Los pisos serán de madera clara y las puertas pesadas con cerrojos de herrería sabrán envejecer con dignidad.
La estancia y el comedor tendrán ventanales enormes que den a una terraza con pérgolas de madera, en los días soleados las sombras jugaran con las luces y el tratamiento de pisos será igual para poder mezclar interior con exterior; al fondo, un jardín contendrá una fuente, el murmuro del agua le cantara al silencio y los pájaros callaran respetuosamente.
En la recamara un muro de piedra blanca saldrá hasta el balcón y desde ahí trataremos de contar todas las estrellas que se enfilan por las noches, la luna llena mojara la casa de ese azul solar extraño que a veces refleja mientras un labrador negro a nuestro lado escuchara tranquilo los grillos cantar, las luciérnagas volar.
Algunos quiebres, otros espacios y de repente un pasillo con una bóveda de cañón corrido nos invitara a pasar, en el remate visual hay un nicho, tal ves este la imagen de una Virgen o una cruz, la Fe nunca se debe perder. Al llegar al final, en un costado algo oculta, una puerta de doble hoja nos incitara a pasar. Detrás hay una pieza rectangular con una pared completa de cristal que deja entrar descaradamente un mar verde esmeralda, en las otras hay libreros, hay libros sobre la alfombra, algunos cuadros, fotografías que recuerdan otros tiempos, otros viajes.
En medio dos mesitas de luz resguardan como alfiles un sillón blanco, se puede oler el resto del mobiliario en nogal, y se escucha por momentos cómo afuera las olas tocan la playa, se ve la espuma escondiéndose debajo de la arena. La luz del sol penetrara silenciosamente como un fantasma separando las sombras de la luz oponiendo entre estos dos pesados extremos la reacción sobre lo físico y lo psíquico: lo claro y lo oscuro.
En el sillón blanco nos escribiremos poemas, cuentos que no tengan final, tal vez hagamos el amor y el sueño te vencerá, te dormirás pegada a mi pecho, tratare de seguirte en sueños rodeandote con mis brazos; sintiendo esa fragilidad y esa ternura tan tuya que siempre me gustó, te miraré dormitar y mis dedos se enredaran con tus manos, mientras veo por el cristal mi soledad partir, sin mirar atrás…
Dedicado a Marche
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